Si nos quedamos con la versión que un resentido Artur Mas dio en su comparecencia para explicar el acuerdo de JxS y la CUP podría parecer que sí, pero los hechos y el tiempo empiezan a colocar ese acuerdo en una coordenada distinta.
Debemos partir de la base que la CUP es un partido independentista y, por tanto, es legítimo que intente establecer una alianza coyuntural con sectores moderados del catalanismo con el objetivo de plantear un reto al Estado español del que quieren separarse, es un acuerdo transversal con cierto carácter de “liberación nacional”. Sólo ese acuerdo, y no las perspectivas inciertas de nuevas elecciones en marzo, podían garantizar que el proceso de desconexión/ruptura con el Estado pudiera iniciar su camino, como parece que apuntan algunas de las medidas adoptadas en el Parlament, como la creación de la Comisión de Proceso Constituyente
El acuerdo no deja de tener aspectos preocupantes. Por ejemplo la exigencia de disculpas públicas a la que la CUP se obligaba, pero si lo analizamos con una cierta distancia podemos observar que la CUP no salió tan malparada. La renovación (que no dimisión) de dos de sus diputados es un precio menor y sin consecuencias políticas importantes ya que el grupo parlamentario sigue intacto. La presencia de dos representantes en el grupo de JxS, que Mas intentó vender como entreguismo, puede ser interpretado como garantía de que los debates en el seno de este grupo van en la dirección de la ruptura con el Estado
Desde este punto de vista, la CUP se ha cobrado una pieza clave en la figura del rey del tablero, el “mesías” Artur Mas, (cumpliendo así su promesa de campaña electoral). Impidió también que piezas importantes como Boi Ruiz, Felip Puig o Irene Rigau no puedan acceder al Govern en la nueva etapa. Se reserva la posibilidad de cuestionar políticas de austeridad o recortes, recordemos que los 10 parlamentarios solo ofrecen estabilidad para el proceso de ruptura con el Estado. Otra prueba de fuego será el apoyo o no de la CUP a los presupuestos de la Generalitat, presupuestos que Oriol Junqueras ya ha calificado como de “injustos”, atendiendo al grifo cerrado que el Estado español ejerce sobre las finanzas de Catalunya. ¿Qué actitud adoptará la CUP que no le suponga acrecentar sus tensiones internas?
Gracias al acuerdo de investidura se ha puesto en marcha la declaración del 9 de noviembre de 2015 de inicio de la desconexión (¿se atreverá JxS a impulsarla e iniciar la desobediencia al Tribunal Constitucional…? Una de las grandes dudas que nos asaltan, pues supondría ir directos al enfrentamiento y una prueba de fuego va a ser la suspensión cautelar de la Consellería de Afers Exteriors de Raul Romeva por parte del T.C.) La declaración va acompañada de un anexo que suponen un cierto cambio de orientación de la política económica que puede girar hacia posiciones más socialdemócratas. El nuevo conseller de sanidad, el socialista Toni Comín, ya ha declarado que las privatizaciones en este sector han de replantearse. En otro orden de cosas, la CUP obtiene de la Generalitat la retirada de la acusación a imputados por actos relacionados con conflictos sociales (huelgas generales, Universitat de Girona, MAT…) También se debe tener en cuenta que el gobierno investido en base a este acuerdo, que permite el inicio del proceso, no es un gobierno monopolizado por CDC, sino que es un gobierno de concentración con presencia importante de ERC e independientes procedentes del PSC y de ICV.
La propia toma de posesión de Puigdemont, aunque solo sea un gesto simbólico, ha descolocado a parte de la izquierda (que no se atreve a hacer lo mismo) y enervado la testosterona de la caverna hispánica: la ha realizado sin sometimiento a la corona ni a la Constitución del 78. Quién diría hace unos años que esta derecha catalana realizaría gestos que retan y sacan de quicio al Estado español. Agudizar las contradicciones de este Estado es uno de los objetivos de la izquierda independentista.
De todas formas, la estabilidad parlamentaria para avanzar hacia la ruptura democrática con el Estado español no debería ser incompatible con la política seguida por la CUP de movilización popular, de toma de las calles cuando sea necesario, de denuncia de la corrupción y baluarte del municipalismo participativo, como se ha demostrado hasta ahora. Además les tocará estar vigilantes para que los sectores conservadores del independentismo no terminen por hacer descarrilar el proceso. El camino abierto es incierto y nada está asegurado, pero permite iniciarlo. La CUP deberá estar muy atenta.
A vista de pájaro
Badalona, 18 de febrero 2016