Sí, soy Víctor Gallardo. Sí, soy el chico que suele sacar el Diario de un musicópata adelante (ahora con ayuda de 4 colegas geniales). Sí, me he mosqueado, y no precisamente poco.
Ahora, probablemente estaréis pensando algo parecido a: “Oh vaya, se ha enfadado, que gran novedad que alguien se mosquee de vez en cuando”. Cómo se nota que no me conocéis.
Para alguien que llegue aquí por cuestiones varias y que no me conozca, quiero dejarle claro lo siguiente: yo no me enfado. Bueno, como todo el mundo, he explotado en algún momento de mi vida pero es tremendamente difícil lograrlo y habiéndolo conseguido, me es muy difícil callarme.
Esta historia empieza a eso de las 10 de una de las primeras noches de la primavera de 2016. Hacía mucho que no me veía con un grupo de amigos del pueblo de al lado y habíamos quedado para despedir la Semana Santa en una cena, aunque en mi caso yo despedía el final de las vacaciones del equinoccio de primavera. Es lo que tiene ser ateo, que se tienen las mismas vacaciones, pero por motivos distintos.
En eso que estamos en la mesa, una chica del grupo (éramos 5) se planta y dice algo parecido a lo siguiente: “Estoy asustada con los atentados de Bélgica, igual la próxima vez pasa aquí (España), en Madrid, Valencia o Barcelona. Habría que echar a todos los israelitas de aquí”. Entendamos por israelitas a refugiados (nada que ver unos con los otros pero es lo que tiene la ignorancia de alguien que está cursando 2º de Bachillerato en este país).
Como comprenderéis, esta frase ya de por si debe escandalizar a cualquiera, pero más a mí, que soy anarcopacifista y por tanto, no creo en el concepto “nación“. En ese momento le digo que en estos últimos dos días han muerto cerca de 75 personas (en su mayoría mujeres y niños pequeños) en Iraq y me responde que le da igual, que eso queda muy lejos. Pregunto medio incrédulo si es consciente de que no se puede condenar a un pueblo entero (refugiados) por “cuatro gilipollas” que sí, que puede que sean más de cuatro pero no son un cuarto del pueblo árabe ni islámico ni de cerca. Me responde algo que sinceramente no recuerdo pero que se reafirmaba en su idea rotundamente.
En un momento de la conversa me dice que el otro día, en el tren, se vio rodeada por unos cuantos árabes con mochilas y se asustó bastante. Estoy seguro de que aquella gente iba a lo suyo y ni se dieron cuenta del terror injustamente asignado a sus personas que estaban provocando a la chica del grupo de amigos.
En este momento ya empiezo a hartarme y se lo digo sin rodeos. Seguidamente le pongo en la siguiente situación de la que ya se ha hablado en multitud de ocasiones en este blog: “Esta pobre gente, de lo que huye precisamente es de un infierno lleno de bombardeos cada día en sus casas y en sus tierras” refiriéndome a los refugiados, no a los yihadistas, obviamente.
En este momento me responde algo parecido a que deberían arreglar sus propios conflictos ellos mismos. Digo algo parecido porque no recuerdo con exactitud sus palabras.
Así pues, viéndome ante tal persona, la pongo en la situación hipotética de que el grupo terrorista español ETA se alza de nuevo en armas y empieza a bombardear y a atentar contra su propio pueblo. Y que al poco tiempo empieza a atentar en otros lugares europeos. En este momento ella y su familia deciden intentar cruzar la frontera porque quieren huir de ese infierno pero les paran justo allí y les dicen que no pueden pasar porque son españoles y por lo tanto, forman parte de ETA.
Ella me responde que entendería el punto de vista de los franceses pero que intentaría cruzar de todas formas.
Quien encuentre algo de sentido a esta última frase, que me avise, por favor.
Un poco más adelante, empezamos a hablar de inmigrantes y (según las otras 4 personas del grupo) del “daño” que hacen a este país ya que el gobierno debe darles trabajo para que se puedan mantener y que con el paro que hay y el hambre que se pasa aquí primero se deberían ocupar de los asuntos internos. Que alguien me enseñe donde está esa ley (que no estaría mal que existiera) porque yo no soy capaz de encontrarla. Además, nuestro “querido país” se comprometió a ocuparse de 16.000 refugiados y sólo han llegado 18.
Obviamente yo me pongo de parte de los refugiados e inmigrantes de nuevo y mis queridos amigos flipan asombrados por mi postura mientras yo flipo con la de heces que están soltando por la boca.
Recordemos que esta conversa se desarrolla mientras nos estamos zampando unos buenos bocadillos de hamburguesa, pincho y alguna otra cosa.
De ahí pasamos a los inmigrantes ilegales, que según ellos, no hacen más que tocar los huevos a los demás (con palabras bastante más amables, pero que venían a decir lo mismo) y yo, sin perder los nervios les pregunto si saben que ellos también pagan impuestos. Me miran. Se ríen (por lo bajo). Yo me río todavía más por dentro porque ya sabía que esta situación se iba a dar. Les digo “¿Acaso cuando los inmigrantes, cuando compran tabaco, comida o cualquier otra cosa no pagan IVA?
Se callan. Cambiamos de tema. Fin de la discusión.
– En este artículo puede que se hayan exagerado ciertas posturas pero lo que viene a ser los ideales del personal inmiscuido en esta conversación vienen a ser bastante cercanos en todos los casos –
Ahora os hablo a los que habéis llegado hasta el final:
¿De verdad podemos consentir que se transmitan estos valores medievales a nuestros (futuros, en mi caso) hijos y nietos?
¿De verdad podemos permitir que la gente, en pleno siglo XXI se siga pensando que los extranjeros de países en vías de desarrollo son todos unos terroristas (y más todavía si vienen de algún país acabado en “stán“)?
¿De verdad vamos a dejar que la guerra del terror sea la que gane en lugar de la guerra de la tolerancia y el respeto, y la lucha por que todo el mundo sea capaz de saber quien es el malo de la película y quien es el inocente que no tiene culpa de nada?
Esperad sentados a que Facebook ponga la opción de incluir las banderas de Pakistán e Iraq en vuestras fotos de perfil.
Por cierto, voy a incluir este artículo en “Reflexiones pelirrojas” ya que no hay una sección que se llame “Reflexiones castaño claras” y para un sólo artículo no vale la pena crearla.