”Nos hemos cargado su sistema sanitario”. Esta gente es nuestro enemigo, y tenemos que acabar con ellos, pero parece que no estamos por la labor pues les hemos perpetuado en el poder. El status quo se mantiene, pero debemos preguntarnos por qué.
¿De dónde sale el votante del PP? Todas las encuestas a pie de urna daban un resultado mucho peor para partido de Rajoy y uno mucho mejor para Unidos Podemos. ¿Se avergüenza la gente de votar al Partido Popular? ¿Cuánta gente conocemos en persona que admita abiertamente votarles? Hace unos días teníamos la noticia de que, por primera vez en este país, hay más muertes que nacimientos. Vivimos en una sociedad con una posición de pirámide invertida, hay demasiados abuelos, demasiados supervivientes condicionados por el franquismo, una época en la que la gente sabía que lo que había era malo, pero en la que levantar la voz acarreaba consecuencias. Mucha parte de este sector social ha votado inmovilismo porque por mucho que les roben del fondo de pensiones, se conforman con esta situación ante un futuro alternativo e incierto para ellos. El pueblo español no está acostumbrado a la democracia.
Transvase de derechas
Ciudadanos ha perdido una quinta parte de sus diputados para quedarse con 32. Sus votos perdidos se corresponden con los que ha ganado el PP respecto al 20-D, lo cual nos lleva a la conclusión de que una parte del electorado de C’s ha regresado a su hábitat natural. Por mucho que ese votante avergonzado por la corrupción pero que comparte esa mentalidad conservadora y ese odio a la plurinacionalidad apostara por los de Rivera en diciembre, han visto que la única manera de detener a
”los rojos” era concentrar el voto en
”los azules”. Enhorabuena, habéis conseguido que nada vaya a cambiar.
Amarga ¿victoria? socialista
En Ferraz parecen estar contentos porque finalmente no se ha producido el
sorpasso de Unidos Podemos, manteniendo una segunda posición cómoda a pesar de haber empeorado el peor resultado de su historia (en la ‘democracia’ post-franquista, claro). La culpa, según ellos, recae en Podemos y en Pablo Iglesias, por haber
”fragmentado el voto de izquierdas”. Quizá el Partido ”Socialista Obrero” Español deba plantearse por qué ha sucedido esto, y si hurgan mucho quizá se den cuenta que una gran parte de los españoles no los considera lo suficientemente de izquierdas, o de izquierdas, directamente. Es un partido que se jacta de haber sido el que más políticas sociales ha aplicado en democracia, siendo el PP el único otro que ha gobernado. No podemos olvidar, de todas formas, que la primera reforma laboral la impulsó el gobierno de Zapatero, que el PSOE quería formar un gobierno ‘de cambio’ con Ciudadanos, y que ahora muchos de sus barones territoriales quieren abstenerse para que haya un gobierno de la organización criminal conocida como Partido Popular. Ellos ganan, porque los populistas (partido que, recordemos, tiene dos años de vida, al lado del siglo y pico del PSOE) no les han superado, nosotros perdemos.
Unidos no Pudimos
Más intrigante es el resultado de la coalición entre Podemos e Izquierda Unida, que han perdido más de un millón de votos comparado con lo que sacaron en el 20-D por separado. Se han oído muchas acusaciones de fraude electoral, con la manipulación del voto por correo -que todavía no ha sido contabilizado- o las quejas de algunos votantes que han encontrado sus papeletas de UP pegadas a otra, invalidando el voto si no se daban cuenta. Parece que el caciquismo del siglo XIX sigue en pleno funcionamiento, pero no hemos venido a hablar de eso. ¿Por qué ha fallado Unidos Podemos? Una parte de ello se atribuye a la arrogancia de Pablo Iglesias y a su constante cambio de discurso en busca de más votos. Otra, al votante de Izquierda Unida descontento con la coalición, algo que considero improbable viendo la amplia aceptación que ha gozado tanto en las votaciones como en las redes sociales. La campaña del miedo, en todo caso, parece haber surtido efecto, y el horror a que nos convirtamos en Cubazuela del Norte ha llevado al votante conservador en masa hacia las urnas. Nosotros -votantes de izquierdas- castigamos a los partidos cuando toman decisiones que nos desagradan, a ellos parece darle igual. La solidez ideológica aportada por Alberto Garzón y los suyos no parece haber hecho mella en el electorado. Como decía David Fernàndez en su Twitter:
”España, antes mangui que roja”.
¿Nos independizamos o qué?
Todos hemos observado con pavor al mapa de los resultados electorales por comunidades. Sólo en Catalunya y en el País Vasco -donde ha ganado Podemos- no ha resultado vencedor el PP. Vemos así que el tablero político de dichas comunidades es muy distinta a la del resto del país. Esto nos hace llegar a la conclusión de que, según parece, España es realmente irreformable. Ante tal panorama, por lógica, la única opción factible más allá del éxodo a países semi decentes es independizarse formando un nuevo estado. Es una opinión completamente válida dadas las circunstancias, pero debemos plantearnos cómo queremos que sea el nuevo estado. Vivimos en un mundo globalizado dominado por los mercados y las grandes potencias, de modo que, sin un cambio real de mentalidad y voluntad política, vamos a tener una secuela del país anterior. Si no luchamos contra las políticas de austeridad de la Troika y formamos un sistema para evitar que los especuladores controlen la sociedad, no va a servirnos de nada que ponga Catalunya o Euskadi en nuestro DNI, en vez de España.
En Catalunya ya tenemos un gobierno independentista -o al menos eso dicen- con un proceso separatista que a priori está detenido por una única razón: la lucha de clases. Las clases populares y la burguesía se están disputando la voz cantante en la Generalitat, y, por culpa del practicismo de ERC, la burguesía está ganando. No podemos confiar en Convergència. No podemos confiar en los que han estado treinta años estrechando manos con el PP, ni en los que empezaron con los recortes hace ya seis años, ni en los que tienen la sede embargada o pagaron la fianza de su contable para reincorporarle, ni en los que a día de hoy continúan votando junto al PP a favor de las subvenciones a las escuelas que segregan por sexo. Son inmovilismo, son corrupción, son sector privado, son la derecha catalana tradicional y no se puede confiar en ellos para que nos lleven a algo distinto. Esta guerra fría entre la derecha catalana y la española favorece a ambas, se retroalimentan electoralmente y además aprovechan la cortina de humo nacionalista para esconder todos sus escándalos mutuamente.
No todo está perdido. La esperanza para Catalunya -que la hay- pasa porque dentro de unos meses el ganador de cero elecciones Carles Puigdemont fracase en su moción de confianza, repitamos elecciones sin reedición de Junts pel Sí y formemos un gobierno con un frente popular formado por ERC, En Comú, la CUP y quizá incluso el PSC. Un gobierno que construya nación desde abajo, que piense en la gente, y que llegue realmente a la independencia si es necesario. Porque el gobierno actual es un circo de pulgas como el de John Hammond en
Jurassic Park: nos dicen que avanzamos hasta el estado propio pero dichos avances resultan imperceptibles al ojo humano.
Y todo sigue igual
No hemos aprendido nada. Tras casi cuarenta años de la segunda edición del
Pacto de El Pardo, cuando por fin surgen alternativas políticas al régimen bipartidista, el pueblo habla para volver a perpetuarles. Ahora mismo dan ganas de olvidarse de la patética política española para siempre. Las opciones son independencia o emigrar. Veremos qué ocurre.