Imagínate que tienes 83 años, eres músico, te dedicas al ‘Blues’, la raíz del rock olvidada por la cultura popular, has sido compañero y quizás has tuteado a gente de tan respetable nombre como Eric Clapton, Mick Taylor o Mick Fleetwood. Imagínate que aún así, después de haber lanzado más de 50 discos y haber estado girando por todo tipo de clubes, pubs o antros siendo fiel a tu estilo durante medio siglo de carrera, no tienes el renombre de otros artistas que, cuando tu empezaste a tocar, ellos ni si quiera habían llegado a este mundo. Y no tocas en pabellones como ellos. Igual no tendrías motivos para seguir dedicándote a la música profesionalmente, pues no tendrías ninguna presión. No eres Chuck Berry, ni Paul McCartney, ni Little Richard. Entonces, ¿que motivos tiene John Mayall, el hombre que encaja en el perfil descrito en este párrafo, para seguir subiéndose al escenario cada noche con una ilusión digna de punkie veinteañero para recordarnos la esencia del Blues británico?

Es una pregunta que resuelves justo cuando lo ves salir al ruedo en dirección a sus inseparables órganos y teclados con una energía exuberante, en una fría noche de martes de febrero dentro de la mítica Sala Apolo. Él lleva dentro su música, la siente con naturalidad. Lo dijo antes del concierto, en una entrevista, “en los conciertos, creo que estoy acercando a la gente a una tradición, y siento que es algo natural“. La asistencia no defraudó, pero Mayall, como decía, se merece más, mucho más.

[caption id="attachment_4641" align="aligncenter" width="476"]_DSC0388 Mayall en plena acción en su performance de la Apolo. Al fondo, el batería Jay Daventport, compañero suyo durante más de 10 años    Foto: Victor Gallardo[/caption]

No obstante, para nosotros, los jóvenes y no tan jovenes aficionados a los ritmos “blueseros” y su descendencia, tenerlo allí tan cerca era un regalazo. Acompañado del batería Jay Davenport y del genial y virtuoso bajista Greg Rzab, el ‘Camaleón del Blues’ se presentó al bolo sin un guitarrista, como ya viene siendo habitual en la presente gira, el Livin’ & Lovin’ The Blues Tour, debido a la ausencia de su compañero Rocky Athos. No fue, sin embargo, un motivo que entorpeciera la dinámica del concierto en ningún momento, pues los temas de sus últimos álbumes y algunos de sus clásicos no precisan de las 6 cuerdas, teniendo a un Mayall que de voz no anda nada mal pese a su edad y aún se defiende en las teclas, y un bajista que de pasivo no tiene absolutamente un pelo, y se atrevió incluso con diversos solos a base de “slaps” y algún “tapping” que merecieron una buena ovación por parte de los presentes.

[caption id="attachment_4642" align="aligncenter" width="448"]John Mayall, guitarra en mano, dirigiéndose a su bajista John Mayall, guitarra en mano, dirigiéndose a su bajista Greg Rzab, antes que este empezará un solo     Foto: Victor Gallardo [/caption] Con un enérgico ‘Mother-in- law blues’   y el ya convertido en clásico ‘Early in the morning’ empezaba el recital el bueno de John, que vestía un look veraniego, con camisa hawaiana, luciendo una melena blanca y una mirada que, a través de unas gafas propias de doctor- quizás Mayall pueda presumir de serlo en el género afroamericano-, expresaba un enorme amor por tener un piano delante suyo, un micro, y una audiencia entregada a la que hacer disfrutar. Como decía, en el primer tema pudimos comprobar la soltura con la que el maestro de Macclesfield se maneja en las teclas, mezclado con un tono de voz nasal interesante (nada rasposo, como les suele pasar a muchos viejos rockeros cuando intentan rememorar clásicos). El público parecía satisfecho, no eran de mover melenas ni de enérgicos bailes- más frecuentes en conciertos de rock-, pero si que sentían la música que les llegaba desde el escenario como algo puro, captando la esencia del blues como si de un pub londinense en los sesenta se tratara. Era una audiencia especializada, y el ‘gato viejo’ de Mayall no les decepcionó, sacando una ovación tras otra cada vez que se lucía con su órgano, por no decir cuando con una mano le daba caña a las teclas y con otra tocaba la armónica.

Llegados al punto intermedio del recital, Mayall se atrevió a desempolvar su guitarra para dar paso a un rítmico ‘Voodoo music’, precedido por una coletilla en la que afirmó “no os esperéis mucho de esto, no soy Eric Clapton” (refiriendose claro a la guitarra). Sonó también un tema de su nuevo disco, Talk About That, llamado ‘Blue Midnight’, de ritmo más pausado. El ‘Camaleón’ hacía uso de una carpeta de la que leía la letra de todas sus canciones, igual porqué la edad no le ha perdonado la memoria, pero sí su talento instrumental. El batería Jay Davenport, nacido y criado en la meca del Blues, Chicago, se mostró muy sólido a las baquetas, siendo sin duda la base del sonido de la actuación e incluso improvisando a la vez que John se venía arriba con el piano. También apareció en escena la canción reivindicativa ‘Nature’s dissapearing’, en la que Mayall quiso hacer referencia previamente a tocarla a la peligrosa situación ecológica del planeta, sin dejarnos ‘Another kinda love’, de la cual comentó que esta basada en una relación entre dos mujeres. Finalmente, sonó ‘Dream about the blues’, una auténtica pieza de coleccionista en formato sonoro que arrancó las ovaciones de los presentes por enésima vez.

[caption id="attachment_4677" align="aligncenter" width="458"]_DSC0438 Un aficionado intenta tomar una instantánea de Mayall concentrado en su arma musical   Foto: Victor Gallardo[/caption]

En los vises, por fin hizo sonar ‘Room to move’, el tema que muchos fans esperaban oír, especialmente un individuo que no paró de gritar el título de la canción durante medio concierto, llamando la atención incluso del bajista Greg Rzab, quién le tuvo que hacer callar cuando se disponía a empezar un solo. No obstante, Mayall cumplió sus expectativas ansiosas de escuchar ese clásico, y sin necesidad de tomar la guitarra, aunque en este caso este clasicazo ya fue grabado sin apenas ritmos guitarrísticos. Sin duda, si algo percibimos los asistentes, es que el trío iba muy desmelenado, fuera de lo que es normalmente un concierto de Blues, en el que normalmente las seis cuerdas son el elemento a seguir, improvisando continuamente con los ritmos del género afroamericano por excelencia, la auténtica ‘música negra’. Al acabar, los tres músicos se acercaron a firmar discos u otros objetos en un estante dentro de la sala. Mayall era quien vendía los discos. Sí, el tipo que nos acababa de dejar boquiabiertos, con 83 años, en lugar de ir a su camerino a descansar después de su performance, se baja a saludar y vender CD’s a los fans. ¿Os imagináis a Clapton, Fleetwood o Taylor haciendo eso?… Igual es que el bueno de John es simplemente inimaginable. Por muchos años de Blues más, maestro.

 

error: Content is protected !!