Un paisaje en blanco de filas de algodón, decenas de barracas de madera húmeda y carcomida una seguida de otra, se escucha a una guitarra aullar. Con esta imagen mental quiero acercaros al estado de Misisipi, la región donde se gestó el blues a finales del siglo XIX, y digo gestó y no creó para ser preciso. Nunca se puede saber del cierto en que preciso momento un género se crea, solo cuando la tradición ya está creada se amontona tras ella toda una comunidad que la convierte en institución. Ser ortodoxos en estos casos solo podría llevarnos a ignorar que la música es un continuo, un continuo con influencias y legados. Mucho se habla del genio que crea discontinuidades, que fascina y hace algo que jamás nadie había intentado, y claro, existen pero incluso ellos han bebido del néctar de la tradición y así han podido subir sobre los hombros de gigantes.

En este artículo voy a hablar sobre el blues, pero no me interesan detalles concretos como el anterior citado, ni explicar su evolución, ni su historia, ni examinarlo musicalmente ¿Qué es lo que busco entonces? Lo que busco con este artículo es simplemente captar que hay más allá de todo eso, en pocas palabras ¿Qué hace al blues ser blues? En mucho grado esto es debido a mi obsesión filosófica. Muy probablemente un musicólogo experto me daría todo de detalles técnicos sobre el género, como son los relacionados con la armonía, la melodía y el ritmo, no es algo que tampoco me interese, el quizás también lo complementaria con todo de datos históricos sobre progresiones y estilos, pero para mí todo eso no me es suficiente, quizás me quedaría con una que otra anécdota que contara, de esas del tipo que te aproximan a lo humano, donde sientes el calor de algo cercano y piensas: Hey un par, otro que respira, come, se preocupa, se ríe y lo expresa.

Sin duda alguna que no pudo haber otro sitio para que se gestara el blues que ese delta del Misisipi, sin duda alguna también la época y la condición de los afroamericanos fue la propicia, si miramos atrás también veremos los ecos de los work song, los congo square o incluso los racistas minstrel show. Todo eso ha hecho el blues sin ninguna duda, pero eso no es el blues, detrás del blues hay una emotividad, hay un sentimiento, ¿Por qué hacer blues? Seguro que ningún bluesman se lo ha preguntado, no creo que un Lightnin’ Hopkins se planteara por qué tocar blues, simplemente era su rollo, le atraía, lo cultivó, floreció y saco sus frutos. No quiero decir con esto que detrás del blues no haya una actitud reflexiva, de hecho pienso todo lo contrario, pienso que en las entrañas del blues se esconde una actitud existencial.

Desde sus inicios el blues fue terreno de expresión para el afroamericano, con los fraseos que se repetían continuamente hablando de su relación con el mundo, algunas veces con líricas oscuras y tenebrosas otras más festivas, describiendo los más clandestinos lugares. Se tratan variedad de temas en el blues, desde un amor perdido pasando por la muerte o la miseria y llegando incluso a pensar el sentido de la vida.El lenguaje del bluesman es muy espiritual, da igual el tema de que hable, pero eso no le resta crudeza, lastima cuando quiere.

Es recurrente hablar de Dios, del alma, es muy presente la salvación, el sufrimiento o el pecado, aunque también puede hablar de todo tipo de excesos, pasiones desatadas, extrañas relaciones con el demonio o quedarse con la vida y no ver nada más allá de la muerte. Pero fijándonos minuciosamente encontramos que lo que es común en el lenguaje del bluesman es una voluntad. Algunos dirían que lo significativo del blues es lo que esta misma palabra quiere decir, palabra proveniente de la expresión blue devils cuya traducción aproximada sería tristeza o abatimiento. Para los iniciados en los misterios del blues esto caería en una simple, perdón por la redundancia, simplificación, reducir el blues a tristeza es restarle potencia. Lo que quiero decir es que aunque cierto pesar es presente en el género, no es la razón por la cual se hace blues, la tristeza por sí sola no genera nada, el abatimiento o la sensación de miseria en vez de motivar hace justo lo contrario, anula la voluntad hasta cierto punto.

El bluesman encarna la lucha, en un Muddy Waters ves fuerza y determinación, en su canción “Mannish boy” por ejemplo se ve representado el paso a la adultez, en la cual se encara la vida, se toma el control y nace una libertad del convertirse en hombre y decidir por él mismo que quiere ser, este verso lo resume muy bien:

Now, when I was a young boy

At the age of five

My mother said

I was gonna be

The greatest man alive

But now I’m a man

I’m age twenty-one

I want you to believe me, honey

We having lots of fun

(Cuando era un chico joven, a la edad de 5 años, mi madre decía que iba a ser el hombre más grande nunca visto. Ahora que tengo veintiuno, quiero que me creas, querida nos estamos divirtiendo).

O cuando Robert Johnson escribe Dust my broom donde simboliza el errante y complicado mundo del bluesman sirviéndose como no de un pasaje bíblico. El bluesman afirma la dureza de la vida, es consciente de las penas y de los sentimientos no satisfechos, pero no se detiene aquí, lo acepta, él es un realista. Pero este aceptar no es un aceptar sin más, no es una resignación vana ni un dejarse llevar a las profundidades del dolor, el dolor le sirve al bluesman como un punto de conexión con este mundo lacerante pero también con su voluntad, en el acto de expresar esas penas el músico de blues expulsa de sí toda una emotividad, deja ir todos esos blue devils que le atormentan, es entonces cuando esa tristeza que sentía da espacio a otro tipo de sentimiento, el de lucha y superación.

Es difícil expresar el estado de trance del músico de blues cuando deja tras suyo estos sentimientos de tormento, por una parte es una descarga emocional muy grande, las pasiones se expresan en melodías con una gran intensidad y recursos, por otra parte es un observarse, es mirarse en el espejo de la emoción, es desnudarse.

Bajo este prisma vemos como hay en esto una cierta purificación, al dejar de lado unas emociones con las que no se puede vivir, que arrastran hasta el infierno, esto se convierte de alguna manera es una catarsis como aquella de la tragedia griega. Es así como el blues nace de la voluntad, de la superación, de la lucha, del dejar los tormentos atrás, del resurgimiento, en pocas palabras del espíritu afroamericano, el blues es el espíritu afroamericano hecho música, detrás de cada bending de una cuerda, melisma de canto o la vital improvisación es presente el afirmarse, con el blues el afroamericano pudo decir yo soy, ganó reconocimiento.

En conclusión a la respuesta a la pregunta ¿Qué hace el blues ser blues? No daré una respuesta concluyente, no me creo capaz de hacerlo, solo podré dar mi opinión. Lo que sí que puedo afirmar es que detrás del blues hay un impulso y que es este impulso el que le da forma a este género, todo lo demás lo constituye pero no es la fuerza que lo lleva acabo.

En mi opinión lo que hace al blues ser blues es este impulso que es en potencia y no acto, el resultado de hacerlo acto es la música. El bluesman tiene una actitud hacía la vida que lo hizo abanderado de la expresión afroamericana y eso solo puede ser porque en esta música se volcaba este impulso que no es más que la voluntad de superación y de lucha del afroamericano por el reconocimiento y dejar de esta manera atrás la profunda miseria la cual estaban condenados en la sociedad racista de E.U.A.

Por último, y con esto acabo, pongo en relieve lo que quise dejar a un lado al principio, el nacimiento del blues, y no es que ahora me importe la fecha, lo que si me importa de esta gestación es el estado en que se dio, justo un periodo de transición de la esclavitud a la segregación, un periodo que sin ninguna duda le sirvió al afroamericano para pensar su propia libertad, quizás por este hecho la improvisación es tan importante para este estilo, pero será mejor dejar este tema para otro momento.

Este artículo ha sido escrito por Guillermo Meriño
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