Con la cuarta victoria de Israel en el festival de Eurovisión vuelven a sonar distintas preguntas y distintas respuestas frente a la participación del estado judío en un festival cuyo nombre hace referencia al continente en el cual nos apostamos. ¿Qué hacen estados como Israel o Australia en un festival musical exclusivamente europeo? El error reside en la formulación de la pregunta.
El festival de Eurovisión la forma la Unión Europea de Radiofusión (no tiene nada que ver con la Unión Europea), compuesta por los medios públicos y privados de territorio europeo. No obstante, con la presencia de emisoras extranjeras en Europa como Israel, Marruecos o incluso Australia, estos estados forman parte de la UER y por lo tanto contribuyen y asisten al festival Eurovisión.  La presencia de Israel en Eurovisión no es nueva, pues es la cuarta vez que ganan, haciendo su debut en 1973.
Pero hay más preguntas que cuestionan su participación. Preguntas que no generan la voluntad de disipar dudas al respecto del funcionamiento de la UER respecto de Eurovisión. Son preguntas incómodas. Incómodas para Israel. Por su participación activa en la ocupación de un país –no reconocido oficialmente por las trabas anti-democráticas del Consejo de Seguridad- desde hace décadas.
Acercaré mi voz. Mi escritura.  Eliminando el distanciamiento de un autor alejado del lector. Las próximas palabras son mías. Son una opinión. Basada en hechos que no se pueden negar.  No somos nadie para cuestionar la creación de Israel. O para negar la de Palestina. No somos nadie para decidir qué estados deben o no deben existir. Hay que conocer la historia, y pese que hay muchos relatos de ésta, hay hechos incuestionables que nunca hay que olvidar para comprender el presente. Pero este no es uno de estos artículos.
Como expone el autor Noah Harari, el ser humano es una especie que crea ideas ficticias para gestionar más fácilmente la compleja realidad que le rodea. Al fin y al cabo, la Unión Europea, Israel o Palestina, Seat… Son ideas. Y evidentemente existe un componente cultural que dota de vida estas ideas. Hay ideas que nos dictan como tenemos que comportarnos entre nosotros. Las llamadas leyes. Hay algunas de estas ideas legislativas que fueron creadas para asegurar el respeto entre naciones. Para que ninguna sociedad tratara injustamente a otra durante los conflictos. Esa idea es el Derecho Internacional Humanitario. Una ley aplicada a los conflictos armados para evitar crímenes de guerra. Y pese a que esa idea existe, es impracticable por el inmovilismo burocrático de los estados responsables de asegurar su cumplimiento.
No obstante tienen su lado positivo. Su incumplimiento delata la auténtica cara de un Estado. De su discurso. De su intento de justificar que sus acciones son correctas. De deshumanizar al oponente para poner en su contra a la opinión pública. Y por muchas Eurovisiones que gane Israel, su cara sigue delatada. Aunque muchos lo nieguen. El tema conlleva una extensa guerra de ideas. Guerra de ideas sobre la historia del Estado sionista. Una guerra de ideas sobre su papel en Palestina. Sobre quién es el malo y quién es el bueno. No hay buenos. No hay malos. Hay leyes de guerra. Leyes de guerra rotas.  Derechos vulnerados reiteradamente. Y es innegable el terrorismo palestino. También lo es la ocupación militar de Cisjordania, de la situación de la Franja de Gaza que ya todos conocemos. Son innegables las políticas de apartheid realizadas en territorios ocupados, tal como la aplicación de la detención administrativa, la política de destrucción de residencias o el establecimiento de colonias.
Y es que es fácil tener una opinión sin haber visto la realidad, aún con sus muchos matices. Pero un matiz que existe es la de un pueblo llamado Palestina. Un país donde los niños tienen miradas de hombres y te estrechan la mano con la decisión propia de una persona quién ha tenido las suficientes experiencias cómo para tener una definición propia de la vida. Un país donde las niñas sonríen, incluso cuando francotiradores las observan desde los Check Points. Es innegable que Palestina existe. También lo hace Israel. Existen los crímenes. Y la opresión. Y espero que la justicia. Y espero que ésta hable con su tono severo e imparcial. Algún día… Alejada de banderas y sentimientos. Sino con los hechos. Y que al fin, un día, reconocidos los errores del pasado y tendiendo puentes al futuro, Palestinos e Israelíes puedan participar juntos en Eurovisión.

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