Antes de empezar a leer se ruega que se tenga en cuenta que la fotografía parece, de casualidad, sacada de un campo de refugiados. No lo es, se tomó en el comedor del camping A a las 3 de la mañana.

Este año de Rototom ha sido duro en muchos aspectos, ha sido el mejor y a la vez el peor, ha traído sorpresas y decepciones, y a nivel personal, me marqué la del Doctor, llegué a lo más alto, para caer a lo más bajo.

Ya sabéis que los demonios huyen cuando un hombre bueno va a la guerra, y un foso de un concierto es básicamente una trinchera (a la que no tuve acceso en toda la semana, pese a pedir el photopass 10 millones y medio de veces), pero sin ese problema de saber que igual no sales de allí vivo. Es una trinchera amable, gentil, la policía hostil estaba fuera, como suele ser tradición.

Pero no estáis aquí para leer mis referencias a la cultura inglesa sci-fi y la cultura española underground, si no que estáis aquí para que os cuente como demonios casi la palmamos el día de pre-festival. Sí, obviamente es una exageración, un clickbait en toda regla si queréis llamarlo así, pero ojo, porque tiene tela.

Corría el día 13 de agosto cuando Jaume Sendra, co-fundador y redactor de este medio, me dijo que no íbamos a contar con un coche para esta edición, lo que suponía pillarse un blablacar o ir en tren, la cual cosa odio profundísimamente a la hora de ir al festival. 2015 fue la primera y última vez que bajé a Benicassim en tren. Obviamente nos decantamos por Blablacar. Nos llevó una pareja muy maja, en un coche enorme, estábamos espaciosos, cosa que no vivíamos desde que nos bajaban mis padres hace ya años.

Llegamos allí tarde, sobre las 7, y nos dimos toda la prisa que pudimos para hacer el traslado. Llegamos a nuestra zona del camping, donde ya nos esperaba nuestra querida familia valenciana, junto al vasco muy basto.

Total, que mientras Jaume se iba a por las pocas cosas que quedaban, yo empecé a montar la tienda, para darme cuenta que montar aquello una sola persona era imposible. Así pues, me puse a ayudar a un par de franceses que estaban teniendo problemas serios con su tienda, a la espera que llegase Jaume y me ayudara a dejarla lista.

A todo esto, se pone a llover muy finamente, cosa que como buenos festivaleros nos la sudó enormemente.

Jaume llegó y junto al vasco y a los franceses montamos la tienda para cuando la cosa empezaba a ponerse fea. Obviamente lo primero que hicimos al refugiarnos fue un bocadillo vegetal. A eso de las 12 nos fuimos a dormir, para despertarnos sobre la 1:30 y darnos cuenta que estaba teniendo lugar el segundo diluvio universal encima de nuestras cabezas (esto sí que os juro por Gaia que no es una exageración), así que nos hicimos otro bocadillo vegetal y mentras caía el segundo nos pusimos manos a la obra para guardar cosas por si acaso el asunto se ponía más feo, total, ya empezaba a colarse el agua y empezábamos a ver charquitos pequeños y sutiles por el suelo.

Para empezar pusimos las mochilas más pesadas con toda la ropa en la parte más superior de la pendiente al darnos cuenta de que nuestra tienda estaba literalmente flotando encima de un rio de agua sujetada al suelo tan solo por dos piquetas.

Guardamos el portátil y la cámara de fotos en la mochila pequeña, así como toda la reserva de lechuga que nos habíamos traído, que no era mucha, pero vamos, hay que salvarla igual.

sobre las 2:30 de la mañana decidimos abandonar el barco y después de consensuar la situación en la que nos encontrábamos y el plan de acción que íbamos a seguir, al más puro estilo Nakki. Mandé a Jaume, que es el que está más en forma de los dos, corriendo camping abajo a refugiarse en el comedor, no fuese la cosa a empeorar y perdiera mi equipo de trabajo, así que él, raudo y veloz cual Flash intentando cambiar de línea temporal, se marcó la de la carrera, pero por desgracia su movil no sobrevivió. Me salvó la vida, siempre en nuestra memoria, press “f” to pay respects. Los sacrificios, en ocasiones, son necesarios.

Mientras, en la misma línea temporal pero en un espacio diferente, yo me encontraba avisando a los valencianos y, mientras me daba cuenta que el agua me llegaba a los tobillos, decidí emprender mi huida y esperar abajo al resto de la familia, si se decidían a bajar. Al final el basco muy basto acabó durmiendo en la tienda de las dos valencianas ya que también su tienda acabó inundada.

Es tremendamente jocoso esto de bajar corriendo por, literalmente, un río en un camino de tierra, con sus correspondientes recovecos, rápidos sutiles y pedruscos con los que matarte, además de no llevar ninguna luz conmigo.

Durante mi huida, veía a rastafaris a montones, refugiados bajo carpas y sentados en sus sillas, con sus correspondientes bocadillos de lechuga humeante, me observaban como quien observa a alguien que está esquivando balines sin mucho éxito.

Y así, de milagro, y con las bambas tan inundadas que parecían el lago de Banyoles, llegué al comedor del camping A del Rototom Sunsplash, en el que obviamente, nos hicimos otro par de bocadillos mientras esperábamos que amainara.

Y amainó, sí, a las 6 y pico de la mañana. A las 6:30 subí a ver el grado de desastre humanitario en el que nos encontrábamos, que básicamente se resume en que teníamos media tienda inundada, aunque yo, inteligente en momentos de emergencia (la única situación en la que parece que lo soy), había dejado mi saco de dormir hecho una bola encima de mi colchón de aire, custodiando dentro mi libro. Pues dicho colchón flotaba alegremente en el lago de la tienda cual beluga cruzando los mares.

A las 9 paró de llover, gracias a Jah, y al subir los dos a la tienda, decidimos en asamblea que lo más viable que podíamos hacer en aquella situación era coger dos camisetas de las que ya estaban llenas de agua y barro (sí, el lago era marroncete) y usarlas como esponja.

Increíblemente funcionó, quien lo iba a decir, y en tan sólo 45 minutos ya estábamos dentro de la tienda, con otro bocadillo vegetal y en apenas una hora estábamos durmiendo en una tienda algo húmeda y con todas nuestras cosas fuera esperando a que se secaran.

Todavía no soy capaz de entender qué demonios hago yo para merecer estas cosas.

Sea como sea, ya tengo una historia más para explicar a mis nietos, si es que algún día los tengo.

Seguiremos con las crónicas del Rototom en cosa de días. Tune in.

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