Tres días vestido de colorines (porque no habrías querido ni de coña que nos vistiéramos de negro) en tu memoria son pocos. Sólo 7 días aprendiendo de tu sabiduría junto a Saúl fueron pocos, muy pocos.
Pero todavía más pocos son los textos escritos en tu memoria en los medios de prensa oficiales de este país, lo cual me parece vergonzoso, pero no nos quedemos con eso, repasemos lo vivido. Déjame aportar mi granito de arena.
Apareciste en mi vida de casualidad, como sólo un genio como tú habría sabido hacer. Necesitabas una cámara, ya tenías a un ayudante, te faltaba otro y y fui yo el elegido, de hecho fue el propio Saúl el que me llamó así de sorpresa en el segundo día de festival para echarle una mano en el montaje de tu proyecto, y tú me acogiste como uno más. Como si siempre me hubieses conocido, como si llevaras trabajando conmigo más tiempo del que llevo yo vivido.
Tu significaste un antes y un después en el Rototom y en la vida, para mí. Eras luz y te bastaron pocos días para demostrarlo. Gracias a ti conocí a Toots Hibbert, a Ky-mani Marley y a un número innombrable más de gente que de no ser por tu proyecto jamás habría tenido ocasión de cruzar cuatro palabras.
Tu entusiasmo con todo y con todos, era tan excesivo que nos lo contagiabas sin problema. Para tí era lo más natural del mundo. Solías decir que Saúl y yo, para tí éramos hermanos. Te equivocabas, a Saúl sí que le considero un hermano, a ti te considero un padre musical y siempre lo serás.
Y mírame ahora, sin saber qué demonios escribir para despedirte de la mejor forma que sé, ahogando mis penas en textos y marihuana.
Pero sabes qué? Que te fuiste un día que estaba en la montaña, rodeado de mi familia de elección, mis grandes compañeros de viaje, en un lugar donde la luz no contamina las estrellas, y, al salir a verlas, por la noche, cruzaste como un rayo el firmamento dejando claro que por mucho que te hayas ido, vas a seguir siempre en nuestra memoria y nuestros corazones.
Ojalá te hubiese podido decir adiós, pero al no poder hacerlo, sólo me queda la esperanza de volver a decirte hola llegado el momento. Esto es un hasta luego, que quede claro.
Eras un genio, un padre, un maestro, un figura (literalmente), un monumento. Eras luz y ahora lo serás para siempre y créeme, que cuando nos encontremos, siendo yo ya viejo y arrugado, voy a verte joven, más joven que yo (o eso espero) cuando me vaya, y las risas que vamos a echarnos van a ser bastas.
Se han marchado compañeros de viaje en estos 22 años, pero tu marcha ha sido la más dura. Ahora lo que nos queda es seguir tu legado.