Hoy se cumplen dos años de uno de los mejores espectáculos de rock psicodélico jamás presenciados en España. Este artículo ha esperado a ser publicado prácticamente 700 días y si lo publico hoy es porque estos últimos días se han dado una serie de situaciones que han propiciado este hecho. Este artículo no debía salir nunca a la luz, dado que es un tributo a un evento que quedará siempre en la memoria de los que asistimos… hasta hoy. Hoy abro este conciertazo al mundo, con tres votos a favor y uno en contra, y menudo voto en contra. El artículo, así como el de Mark Knopfler cerró la suya, este cierra la etapa de La Puerta A La Psicodelia.
Este, es el fin.
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Y empezaron. Con su futuro single, Honey Suckle. Desde un buen principio olas de cantidades ingentes de psicodelia empezaron a golpear a nuestros cerebros sin apenas protección ante tal suave agresión musical.
El ambiente, cálido llegando a un poco agobiante se deslizó en el tiempo hasta que pasaron a su siguiente tema, de género indefinido, pero atrapante como pocos.
El grupo se mostraba seguro, claro y nítido, poco usual para una primera actuación, que por desgracia tuvo lugar en una sala de aforo muy limitado, pero muy entrañable.
El guitarra se desató en un solo espectacular que nos cruzó de lado a lado de la cabeza sin ningún tipo de compasión, para luego dejar a un sanador teclado y el resto de instrumentos mientras dos miembros de la conocida banda “Holy Bouncer” se abandonaban al sonido ante la atónita mirada del bajo.
Esos coros, esa letra, esa guitarra, batería, teclado, bajo, todo en conjunto…
Dos temas les hicieron falta. Sólo dos.Si lo hubiesen dejado justo ahí quizá nos habría sabido como una patada en la boca, pero se habrían llevado grandes ovaciones igualmente seguro.
Y llegó el tercer tema entre humos y humos que llegaban del público, tema dedicado al perro blanco como la nieve del cantante, peluche andante donde los haya.
Estábamos sitiados por canciones largas como lustros, pero bendito sitio benevolente, que todos en la sala queríamos que durara más.
Un tema enlazado a otro directamente a otro en el que empezaba el guitarra de forma enigmática. Los pocos afortunados asiduos a su música supimos rápidamente de qué canción se trataba, pero éramos conscientes que la mayoría de aquellos asistentes no tenían ni idea de lo que iban a escuchar. Se sentía uno realmente afortunado de haber asistido a tal espectáculo.
Pero incluso nosotros, sus compañeros fieles de batalla estábamos con la boca abierta (o echando humo, según se vea) y con los ojos como platos.
Me volví a sentir como en aquél concierto de Patti Smith en el Festival de Pedralbes, en el que me lamenté de no haberse efectuado ante miles de personas. Éramos unos 50-70 afortunados allí en Vallcarca, pero demasiado pocos. Quizá tal hecho lo haga todavía más valioso en nuestra memoria.
De repente habían pasado a una música oscura.
Brutal retorno de teclado seguido de la batería, la guitarra a continuación y el bajo para el toque final al conjunto.
Sé de grandes bandas reconocidas a nivel internacional del mismo género que no llegan al nivel de lo vivido aquella noche.
Grandes gritos salían del alma. Todos sabíamos que aquello estaba acabando pero no queríamos vernos contaminados con la idea, quizá que el teclado se marcara un solo alucinante ayudó a desterrarla de nuestras cabezas.
Siguieron con una jam flipante en la que invitaron a tocar con ellos al propietario del local, que nos inyectó en vena más psicodelia si cabe. Y se alargó y se alargó… podría haber durado horas.
Último tema, después del respectivo agradecimiento al público por parte del bajista. Ese teclado… para verse seguido del cebollazo cerebral del guitarra. Una batería sutil al fondo. El predicador americano. Si lo estuvieseis escuchando me entenderíais, no me juzguéis. Pero por desgracia esa decisión no me corresponde a mi tomarla.
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Ese teclado de nuevo, con ese todo…
Algun día.