El 17 de agosto empezó vacío, ya que Wolfy se había roto, y no sabíamos todavía si iba a poder volver. Tuvo un accidente un poco aparatoso en la Dancehall. Sin Wolfy aquello no iba a ser lo mismo. Mejor dicho, sin ella, sin el Rumañol y sin Jaume, pero estos dos últimos tomaron una decisión inamovible.
Pasadas las 4 de la tarde bajé al recinto para ver qué encontraba y me topé de cara con Laura, a la que conoceremos como “Pasaelmay” en Pachamama. A ella la “conocía” de cuando el concierto de Panda Dub en 2018 en Barcelona, pero no nos habíamos visto en persona. Se acercó a saludarme y ya quedó claro que ibamos a ser compañeros de la Dub Academy para el resto del festival.
Además también iba a ser mi presunto penúltimo día de festival, también estaba desesperado por no saber qué demonios hacer con el asunto de las acreditaciones, y entonces, y tremendamente de forma la mar de irónica, llegó Inma cual ángel, al recinto, y me dijo de vernos allí. Inma es la hermana de Ángel, y la persona con la que llevábamos Saúl y yo hablando desde pasado un mes de la marcha de mi maestro.
Por cierto, puede que os hayáis dado cuenta de que en el último artículo hicimos un salto del tiempo presente al pasado, ya me disculpáis, pero me siento más cómodo escribiendo así.
A decir verdad no recuerdo mucho más de aquél día hasta que me reuní con ella. Nos dimos un abrazo nada más encontrarnos. Me sentí como si les estuviese abrazando a los dos. Me sentía más en casa todavía si cabe. En ese momento me di cuenta de que iba acompañada de su hija y unos cuantos amigos más.
Rápidamente nos pusimos al día y le conté “el asunto de las acreditaciones” a Inma, que no tardó ni siquiera medio segundo en asegurarme que haría todo lo que pudiese para echarme una mano, pero me dejó claro que no sabía si iba a lograr nada, y claro, para mí, cualquier intento ya iba a ser digno de ser más que agradecido.
Nos dirigimos hacia la carpa de la Reggae University y allí les pedimos a las chicas de prensa si podíamos ver a Filippo. El primero que apareció fue Constantino, el encargado de logística, si no me equivoco y uno de los tres fundadores del festival. Este nos llevó a todos a lo que en 2017 era la zona de prensa y que por alguna razón que no alcanzo a comprender ya no lo era. Allí me pedí un buen granizado de café, que estaba tan bueno como lo recordaba yo de hacía dos años y enseguida llegaron Filippo, el CEO, y Claudio, el encargado de Media. Llegado el momento, Inma se llevó a Claudio a hablar a solas de la presentación y, para cuando volvió, ya me estaban comunicando que tenía las acreditaciones de prensa en taquillas.
Ángel, mediante su hermana, me había pagado con más que intereses todo el trabajo hecho en 2017, y lo que es más increíble todavía, habiendo pasado 6 meses de su marcha. A decir verdad, sólo me habría esperado algo así viniendo de él.
Pasadas algunas horas, me subí al camping, cené y volví a bajar para pasar el resto de la noche entre bafles que le quitaban el aliento a cualquiera junto a Pasaelmay, Samsara, Ari, Carlos y algunos colegas suyos más.
El concierto que nos tocaba en ese momento era Culture, el mítico grupo que creó el “Two Sevens Clash“. Este en cuestión, fui a cubrirlo acompañado de Carlos Monty, periodista del que ya hablamos en años anteriores.
Siempre es bueno volver a ver a un grupo mítico, y más si quien suple al líder y cantante Joseph Hill (ya fallecido), es su hijo Kenyatta, que le clava la voz a su padre.
A esta buena gente les vi yo por primera vez en la Sala Apolo de Barcelona hará ya unos años (el artículo se debió perder en alguna migración de servidores), y fue una de las experiencias musicales y religiosas que he tenido en mi vida. Da la casualidad de que Carlos Monty también estaba en ese concierto pero creo recordar que todavía no nos conocíamos.
El asunto es que allí estaba yo otra vez, cámara en mano, en esta ocasión no tan cerca como en Apolo, pero a mi, la falta de photopass no me achanta. Un periodista debe hacer su trabajo, se lo faciliten o no.
Mientras el concierto iba teniendo lugar, sonando “Policeman“, yo iba sacando mis buenas fotos de tal show que se estaba marcando Kenyatta.
Pero la intimidad de una sala Apolo no es comparable a un festival y un Main Stage en el que delante del escenario caben una burrada y media de personas. También es verdad que al ser por la tarde estaba menos lleno de lo que cabría esperar.
Pero esa sensación de vacío tampoco duró demasiado.
Durante el show, se pudieron escuchar todos los grandes hitos musicales que crearon en aquella época, incluídos, cómo no, “Why Am A Rastaman?“ y Two Sevens Clash, tema que dio nombre a la banda inglesa The Clash. Incluso hubo tiempo para hacer el pertinente cover de “Legalize It” de Peter Tosh y otro del “Redemption Songs” de los Wailers.
Ver a Culture, con Kenyatta Hill a la cabeza es raro y curioso, a la vez que maravilloso, porque uno es consciente de que no es técnicamente el grupo clásico jamaicano (aunque dos de los tres cantantes lo sean), es que no importa, porque el resultado es básicamente el mismo. Benditos genes. Ese conciertazo, dado que la noche iba a ser larga, lo terminaron con “Too Long In Slavery“