El día 18 me desperté alegre y triste a la vez. En primer lugar alegre, porque por fin iba a ver Wake Up, el documental que llevaba queriendo ver desde que estuve trabajando con Ángel en 2017, y en segundo lugar porque ya sabía que me iba a poder quedar toda la semana sin más complicaciones gracias a Inma, la hermana de Ángel. Triste, porque mi maestro no iba a estar presente para saborear su propia gloria, aunque bien la saboreamos nosotros en su lugar.
Como marca la tradición desde hace nueve años (este sería el décimo), mis padres vienen al festival un par de días, ya sea porque les llama alguien del cartel o porque en el Foro Social hacen alguna conferencia interesante y bajan desde Barcelona. Como no iba a ser de otra forma me reuní con ellos antes de empezar el pase de Wake Up, les presenté a Inma, así como a algunos miembros de la buena gente que llevaba acompañándome allí desde 2016, y me sentí feliz, por tener allí a mi familia, una de elección y la otra de sangre. Fue uno de aquellos triunfos que a los demás podrán importarle una mierda, pero uno es muy consciente de lo que significó estar en tal lugar o hacer esto o lo otro. Yo lo sabía bien, y mis buenos progenitores se dieron cuenta en ese mismo momento.
El pase, como os podréis imaginar, fue emocionante y épico hasta límites que incluso podría rebentar los epicómetros y emocionómetros que tenga la NASA o la CIA (porque ya sabemos que el CNI no está a la altura ni de coña). Fue todo lo que querríamos que hubiese sido y, sobre todo, fue una puerta abierta a seguir trabajando en lo que yo ya estaba perdiendo la fe.
Después de la emoción del pase, llegué por los pelos al principio del concierto de L’Entourloop y, dado que no va a haber crónica, os voy a dejar en link AQUÍ la galería de las pocas fotos que les pude hacer.
Cuando terminó, pasé a ver a Inma, a su hija Victoria y al resto de sus colegas y me fui al camping a relajarme un rato antes del concierto de la Reina del reggae, que es quien ocupa este artículo.
Y empezó el concierto con la típica instrumental que suele dar inicio a los shows épicos. Esta vez era “Baker Street” de Jerry Raferty. No supe qué pintaba este como opening de Marcia Griffiths pero que siga, que siga. Bien que sonaba la adaptación. Yo ya había visto a Marcia en 2016, el año que también vi por primera vez a Tiken, así como el año en el que conocí a mi familia valenciana.
Y salió la reina del reggae, con un buen sample de “Bam Bam” de Sista Nancy. Empezar con un clásico siempre mola.
En ese momento fue en el que me fijé que el bajista era el mismo que se solían traer otro grupo que ahora mismo no soy capaz de recordar. Puede que Culture, puede que Tiken, quien sabe.
La primera canción como tal que se dejó sonar en aquél bolo fue un cover de “Mellow Mood“ (la canción) hecha más bien casi ska, muy acorde a Marcia.
Y siguió, ella poderosa, con otro cover, de uno de los mejores temas jamás creados por Bunny Wailer, el enorme “Dreamland“, la tierra de los sueños hecha música.
Debo reconocer, por mucho que me pese, que en cuanto a su obra en solitario al margen de las I-Trees no tengo ni la más remota idea de lo que hizo, así que como comprenderéis hay temas de los que no había escuchado una sola nota. Hay que hacer algo al respecto.
Aunque eso no conlleva que no lo estuviese flipando igual. Ya es tradición.
Y de repente, otra de las mayores grandes canciones de las tierras jamaicanas, esta, si no me equivoco un rocksteady de Judy Mowatt junto a Bob Andy (RIP 2020) llamada “Young, Gifted And Black“.
Yo, como de costumbre, a estas alturas estaba volando, entre humo verde y fotos, disparando, como de costumbre, a una velocidad suicida, quizá por miedo a no volver. Quizá por miedo a no saber hacer lo suficiente. Esta vez estaba junto a mi querida colega Núria y una amiga suya, que estaba por allí con su hijo pequeño, que según me contaron, llevaba yendo al festival desde que estaba en la pancita de su mami. No se había perdido ni uno. Fluír con luces que no asesinan a periodistas siempre es bonito.
Y se hizo el buen mashup entre “A Wa Doo Dem” y “Monkey Man“, así como del “Welcome to Jamrock“. Vaya crack, chavales y chavalas.
Como no podía ser de otra forma, y dado que Rita ya no está para estos trotes, también cantó el “One Draw” de su compañera de aventuras y conciertos. “Yo también me quiero enciegar que te cagas, pero hay veces que no es posible”. ¿O si? Mi bocadillo vegetal y yo éramos felices.
Otra canción, esta vez de su último disco, un tributo al Studio One, la fundación del reggae en toda regla.
Y de cover en cover y tiro porque me toca, esta vez le tocaba el turno a Desmond Dekker, más concretamente su buen “Israelites“, uno de los primeros temas reggae que cruzó las fronteras de la isla de Jamaica.
Volvimos a los clásicos con “54-46 Was My Number“, de Toots & The Maytals. Vaya estilazo para cantar los clásicos de su tierra tú, para tener 70 años, madre del amor hermoso. Tiene, como dice mi buena señora madre que estuvo allí presente, “tiene un porte muy elegante”, con sus mismas palabras, “me encantó ver a la mujer con sus coreografías, era hipnotizante, me sedujo”.
Un sample de “Bend Down Low“, con una letra que no reconozco, y rollo rocksteady, muy bien traída, y para terminar, un cover de “Buffalo Soldier” y “Iron, Lion, Zion” y “Redemption Songs” de los inmortales Wailers, el grupo de Bob Marley. Historia afroamericana en toda regla. Como Jah manda. Un gran final para un concierto enorme.
Yo, por mi parte, me fui a la Dub Station, sabiendo que por mucho que pudiese pasar, podría quedarme el resto de la semana. Aquella noche dormí tranquilo.
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