Sentimos el publicar esta crónica pasado más de mes y medio desde el concierto, pero hay ocasiones en las que las situaciones personales de cada uno, pueden afectar. Pero aquí está. Y aquí se va a quedar para el recuerdo.
Que haya habido un amuchalipsis no era razón suficiente para abandonar la música, y aquí estábamos, una vez más, justo cuando creímos que se había acabado. Llegó el día en el que por fin tuvimos noticias sobre nuevos conciertos de gente interesante en Barcelona.
Junto a la etapa de desfase, se habían abierto nuevas posibilidades, en pequeño formato pero nuevas al fin y al cabo.
En cuanto a mí, no os negaré que los 4 meses sin hacer fotos de conciertos, más que servirme para tomar la decisión de dejar esta misión definitivamente, me acabó sirviendo para encontrarme ante una necesidad absurda de volver a hacerlo, junto a todo lo que conlleva.
Pero la cosa, como de costumbre o, mejor dicho, como decíamos en la clase de ayer… es que llegaba tarde.
El Poble Espanyol de Barcelona se encontraba medio sitiado por un campamento militar, así que tuvimos que desviarnos hasta casi el museo de Catalunya para llegar a la puerta. Unos pocos minutos tarde, como marca la tradición.
Llegamos justo para ver salir a Iseo al escenario, ella, elegante como siempre, esta vez con el pelo corto, cuatro plantas, y cargada de nueva y vieja música. No soy un gran conocedor de la obra en solitario de Iseo pero sabía que no iba a decepcionar. Lo creía firmemente, y así fue. El primer concierto en cuatro meses y medio, el segundo del año.
Cantó dos temas suyos pre Dodo para calentar motores. No os sabría decir el nombre pero sonaban de maravilla. Y entonces llegó el momento. Un tercer tema que resultó ser “Frozen Desert”, el que más adoro de todo su trabajo junto a Dodosound, un auto-cover alucinante que emocionaría a cualquiera.
Iseo, ella, una guitarra, un asiento y mucha gente sentada, en silencio, sin moverse mucho. Moverse es peligroso ahora. Pero no hacía falta más. A mí sí, a mí me faltaba algo que la última vez que la vi, sí que estaba. Eso sí, entre canciones, no dejaba de oírse “eskarrikasko” entre el público. Espero haberlo escrito bien.
Hubo un momento en el que explicó el funcionamiento del looper, un creador de bucles de sonido para ayudarse a acompañar algunos temas. También mencionó que todo lo que sonara, estaría grabado en loop en directo. Yo ya sabía cómo funcionan estos cachivaches, buscad el Permanent Holiday de Mike Love y flipad. Sabía que iba a ser alucinante.
Empezó unos acordes para nada parecidos a los originales, pero ahí estaba, “Vampire“, efectivamente precioso, increíblemente bonito para no ser reggae.
Y otro cover, I Don’t Wanna Go Out (Wicked Games), un temazo ya de por si mismo, cantado por la voz de un ángel, moviéndose como un ángel. Incluso se atrevió a loopearse los coros a ella misma. ¿Pero qué estaba ocurriendo? ¿Era esto el cielo? Desde luego, había demasiado poco humo como para ser el infierno. Pero la Tierra tampoco era, eso seguro.
Quizá era magia. Sí, eso sería. Y entonces es cuando me di cuenta de que ya se había hecho de noche. Y ella seguía loopeando percusiones hechas a voz para “Quemando“. Ella quería ser libre y no presa, y vaya que si era libre.
Dijo que no era consciente de lo mucho que echaba de menos los conciertos hasta que estuvo enfrente de nosotros. No sabéis cómo la entiendo.
También resultó que justo esa noche hacía tres años de su último concierto en solitario, que fue en Valencia, en 2017, a lo que continuó dedicando el siguiente tema a los fallecidos en la pandemia y dejando claro a ciertas personas que la sanidad pública debe ser gratuita.
Se emocionó al decir que también se la dedicaba a Pau Donés, así que empezó a tocar La Flaca, parando en cierto momento por la emoción.
Acabó la canción y mientras Dodosound le pasaba otra guitarra a Iseo, esta todavía emocionada notablemente, unas chicas que estaban a nuestro lado decidiendo si ir a por vino o cerveza.
Llegó el turno a “My Microphone“, y mi cabeza voló inevitablemente a lugares a los que no quería volver, pero no pude evitarlo. Cómo se lo estaría pasando… Incluso Iseo sabía que “Está en mi cabeza”. Volví a la Razzmatazz en noviembre, pero mi compañera redactora me quitó rápido los pensamientos de la cabeza y me hizo volver al presente con un comentario acertado.
“Deep In The Sea”, y nosotros retrocedimos un poco para hacernos un bocadillo vegetal, el bueno y querido bocadillo vegetal. La canción sonaba realmente bien y me pregunté si sería de su nuevo trabajo recién estrenado.
Y “Ces’t Pas Toi“, el regalo máximo y no me pude contener más y me levanté. Yo ya no podía con mi alma. Cuando la terminó, dijo que sólo le quedaba una canción, agradeció el trabajo de la gente de las barras y el público se vino abajo.
Cómo no podía ser de otra forma, el canto final fue “Freedom“, otro auto-cover brutal que nos dejó con ganas de mucho más. Apuesto lo que queráis a que todos nos habríamos quedado hechizados dos horas más y me quedaría corto.
Se despidió, y se fue. ¿Hubo bises? No tenía pinta. La gente estaba entre maravillada e irritada por el hecho de haber asistido a un concierto histórico y por no poder seguir escuchándola un rato más. Tan sólo había durado una hora y veinte minutos.
Y entonces, para sorpresa de todos y vaticinando lo que yo acababa de pensar, salió otra vez y preguntó si alguien tenía ganas de volver a casa. Ante una negativa rotunda, rió y se sentó otra vez, para cantar “Txori Txori“. Se equivocó, excusándose diciendo que ese tema no estaba preparado, buscó los acordes y volvió a empezar la balada(?) vasca.
Reconoceré que no entendí nada, pero fue bonito. Y la cantó de principio a final finísimamente. Con todo el mundo callado. Se la dedicó a su padre, se emocionó y el público respondió con un enorme aplauso. Entonces es cuando dijo que esperaba que nuestros corazones se hubiesen movido un poco y nuestras mentes viajado, y vaya que así había sido.
No pudo terminar sin antes pasearse por “Dame“, volviendo a Razzmatazz, volviendo al trance de aquél día.
Llegó la hora del último tema, loopeandose los coros y las percusiones vocales y no vocales. Agradeció al público su asistencia, y empezó una canción que no fui capaz de reconocer para terminar el concierto, ahora sí, de verdad de la buena. Una lástima mucho más grande de lo que os podéis imaginar.
Suerte que no cantó “Chan Chan”, porque estoy seguro de que entonces, habría vuelto literal y definitivamente al día que cumplí un sueño.