El día de la rebelión

El tercer día de festival no lo voy a empezar por el principio, lo voy a empezar diciendo que por una vez en DIEZ AÑOS cubriendo conciertos por fin me siento orgulloso de ser fotógrafo de espectáculos musicales. El tercer día de festival los fotógrafos de conciertos de Barcelona nos rebelamos con el soporte del Cruïlla al encontrarnos con que The Offspring nos pretendía colar un contrato tremendamente abusivo en el cual se exponía que no podríamos vender ninguna de nuestras fotos y en caso de usarlas, tendrían que ser aprobadas antes por el management de la banda. Es bien sabido que los fotógrafos vivimos del aire, no necesitamos pagar facturas y no comemos ni bebemos agua, somos unos seres extraordinarios que pueden y deben ser pisoteados y meados en la cara tanto como sea posible, nos va el rollo escatológico. O nos iba. El tercer día de festival dijimos “hasta aquí hemos llegado” y nos plantamos todos de golpe. No cubrimos el concierto de esta “gente” que pretendía perpetuar todo lo que acabo de decir irónicamente y fue REJODIDAMENTE PRECIOSO. Y más precioso fue ver cómo la gente de prensa del festival SE PUSO DE NUESTRO LADO. Es que todavía no me lo creo. Más de 25 fotógrafos (sólo una fotógrafa se quejó del plantón del gremio, porque siempre hay un vendido al diablo) mandando a la mierda a una banda muy reconocida y famosa a nivel internacional. Lo nunca visto. Dicho esto, empecemos, ahora sí, por el principio.

El día 3 del festival empezamos cubriendo a Ciudad Jara, cuyo cantante es el ex-líder del reconocidísimo grupo llamado La Raíz. La verdad, otro buen descubrimiento musical. Para eso vamos a festivales, ¿no? Para descubrir a nuevos grupos y ver en directo a otros que ya conocíamos de antes. De ellos no había escuchado casi nada previamente, aunque mi hermano me había intentado introducir a la Raíz un par de años antes tampoco es que me llamase demasiado. Eso sí, su voz, una maravilla.

Los siguientes, al fin, después de seis años y habérseme escapado ya un par de veces, fueron los genios de Alt-j. Seis años esperando este concierto, pero ni siquiera fue el que más tiempo esperé este día. Para verlo en condiciones avisé a Paula (la cantante-periodista que conocí el primer día) y me dijo que estaba viniendo volando en taxi, y que esperaba no perderse demasiado. Casualidad o no casualidad universal, la vi llegar justo cuando empezaba mi canción favorita, Taro, que habla de Robert Capa, mi fotógrafo favorito, y de cómo este se reunió con Taro (su pareja, fallecida cubriendo la guerra civil española en 1936) en el otro barrio después de pisar una mina en Indochina en 1954. El concierto en sí fue increíble, sonaron todos los temas que me habría gustado escuchar en directo y algunos otros también, entre ellos “Tesellate“, “Every Other Freckle“, “Left Hand Free“, “Breezeblocks“… lo que uno podría esperarse, vamos. ¿Mereció la pena esperar seis años? Pues ya os digo que sí. Increíble espectáculo. Cuando terminó me avisaron para ir a cubrir otro concierto y quedamos más adelante para ver a Sigur Rós una vez terminaran las tres primeras canciones en las que podíamos hacer fotos.




















Pasaron un par de horas y por fin, otra vez, rebenditamente por fin, esta vez después de esperar… no sé, digamos que cerca de 12 años, desde que estaba yo en las colonias de cuarto de la ESO y una chica llamada Sarah me enseñó a este grupo, que se me había escapado también unas cuantas veces, por fin Sigur Rós salió al escenario, y por fin me quité la espinita. Dios santísimo Jónsi como lo parte. Recuerdo estar en el foso y ver a Rosario (una compañera fotógrafa) medio llorando y yo con reales dificultades para no hacerlo también. Recuerdo estar en otro mundo. Un mundo etéreo de sonidos en un idioma inventado. Recuerdo estar en el cielo y en el infierno a la vez, con la cámara en mis manos y, sobre todo, recuerdo a mi yo de cuarto de la ESO revolviéndose dentro de mi cabeza para salir y verlo él en persona.

Una vez acabados los tres temas que nos dieron para hacer fotos, volví a buscarla y como si el universo se riera de mí, me la encontré justo cuando empezaba mi canción favorita de este grupo, Saeglópur, otra vez, después de recorrerme el público durante más de un cuarto de hora. Los focos ayudaron, para qué vamos a engañarnos, tenía uno justo encima. Y menuda emoción de concierto, y menudo buen recuerdo me voy a quedar, porque si hay algo que me guste más que viajar en el tiempo con la música que me acompaña, me gusta más todavía crear nuevos recuerdos inesperados con música vieja que lleva como mil años en mi cabeza. Fue tan increíble que me emociono sólo de volver a pensarlo. Ojalá volver a vivirlo mil veces. Podría intentar mencionar algunos temas pero no quiero profanarlos escribiéndolos como el culo así que me lo ahorraré.




















Después de terminar el concierto de Sigur Rós me fui con Paula y unos colegas suyos a por algo de beber, en lo que le ofrecí a uno de ellos (resultó ser el productor de Ladilla Rusa) uno de mis bocadillos vegetales, que rechazó amablemente y a cambio me ofreció un buen ron-cola. Yo generalmente no bebo, pero hay ocasiones que lo merecen. Por no hablar de que antes de irme nos encontramos con Ramón Mirabet cuyo concierto del MEAM en Barcelona en 2015 es uno de los primeros artículos que se publicaron en esta web. Una lástima que se perdiese entre migraciones de servidores.

Me marché del recinto antes de que terminaran Franz Ferdinand, que no pude cubrir por haberme quedado al otro concierto. Me fui satisfecho, y con mi crío interior llorando de alegría.

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