Tras los grandes atentados yihadistas, suelen surgir dos acontecimientos que me llaman especialmente la atención. Tras la gran nube informativa de los medios que nos comunican minuto tras minuto las mismas noticias (numero de muertos, nuevos detenidos, comunicados gubernamentales que se repiten sin cesar…), la opinión pública se moldea mediante estereotipos clásicos, productos de la ira y la impotencia del momento.
Pasó en los atentados del 11-S en los Estados Unidos, pasó en Charlie Hebdo en Enero y pasa de nuevo con los ataques indiscriminados en París que han causado 128 muertos y más de 300 heridos.
Las redes sociales suelen dar apoyo a las familias de las víctimas y a los ideales democráticos y pacíficos -objetivos y víctimas ideológicas de los acontecidos de ésta índole- mediante mensajes simbólicos (como Je Suis Charlie o PrayforParis, ésta vez), del mismo modo, existe la nueva opción en Facebook de colorear tu foto de perfil con la bandera francesa en símbolo de apoyo. Tras éstos actos de solidaridad masificada se desarrolla una situación común entre los usuarios de las redes. Mediante comentarios, viñetas y largas conversaciones, personas de todos los rincones increpan estas medidas solidarias abogando que lo mismo -o peor- pasa en países como Siria, Iraq, Palestina, Kurdistán y que nada se ha hecho al respecto.
El otro suceso, altamente vinculado con acciones violentas con motivo religioso -yihad en ésta ocasión- son las acusaciones directas a la religión como causante de la muerte, ésta vez de más de un centenar de personas en una noche como cualquier otra en París.
En éste articulo pretendo desarticular y desmantelar a nivel teórico ambas acusaciones desde mi punto de vista y humilde opinión.
Hoy el Líbano se ha levantado de luto, tras unos atentados que han causado 43 muertos y 200 heridos en un feudo chií de Hizbulá al sur de Beirut. Pocos medios hablan de ello, y por consiguiente, pocas personas lo condenan. En Enero y paralelamente a los acontecimientos de París que acabaron con la vida de 17 personas, 3.000 más morían en el norte de África a manos del grupo islamista radical Boko Haram -también afiliado a Estado Islámico-. Las reacciones negativas respecto a la falta de información y de condenas respecto a las muertes en África sacudieron las redes mediante acusaciones que tachaban de hipócritas a todos aquellos que condenaban los atentados en Francia. Lo mismo sucede estos días con los últimos ataques a la capital francesa. Individuos reclaman hoy más atención hacia situaciones más graves como la que viven los refugiados en las fronteras europeas, a la intemperie ante el inminente invierno, la situación que vive Siria e Iraq, la lucha desconocida de los Kurdos, entre otros. Ya expliqué en un articulo anterior el porqué de la simple condena al país que más cerca nos queda.
Uno de los motivos principales de la condena individual a los acontecimientos de Francia por parte de la mayoría de asistentes a lo que pasa por el mundo se reduce a unas causas simples.
Todos sabemos que la atención mediática es mayor ante los trágicos ataques en países europeos que en los de Oriente Próximo. Ésto provoca una mayor influencia en un público desinformado en ciertos aspectos que quizás se deberían matizar. Pero la atención mediática se centra en tales estados europeos por motivos lógicos. Uno es el económico, por supuesto, otra es la proximidad del lugar donde se desarrollan las noticias (no es lo mismo enviar un reportero a Francia que a Afganistán) por lo que las fuentes de información básica son mucho más accesibles y la cobertura, mayor y más eficiente. Otro motivo de la gran presencia de medios cubriendo un mismo acontecimiento es la rareza. No son frecuentes los atentados en estados occidentales a causa de sus altos niveles de seguridad y protección interna (lo que ha pasado en Francia, no debería haber pasado en Francia), y cuando ocurre saltan las alarmas (la gente se aterrorizó al ver como el indestructible Estados Unidos ardía el 11 de Septiembre de 2001).
Otra de las causas de colorear nuestra foto de perfil con la bandera francesa causando el furor de los grandes defensores de los derechos humanos -que irónicamente se manifiestan solamente ante éste hecho, causando un ‘postureo dentro del postureo’- se traslada a la inestabilidad política y social de los países en conflicto. Es necesario entender que lo que vivimos hoy en las calles europeas no son nada más que consecuencias de antiguas decisiones que han marcado, trágicamente, el destino de muchas naciones árabes (la invasión de los EE.UU y el Reino Unido en Iraq provocaron la creación del EI). Así mismo, estados que llevan en guerra décadas -véase Iraq o Afganistán- nos brindan noticias diarias de muertes desde hace años. Cada día abrimos el periódico y leemos sobre algún atentado, secuestro o ofensiva en un país en guerra. Lo condenamos durante 5 minutos y lo olvidamos, por un simple hecho. Nos hemos acostumbrado totalmente a que el mundo esté en guerra, pero es un mundo lejano, que no puede tocarnos ni hacernos daño, son hechos que pasan prácticamente en otro planeta. Hemos apartado estos acontecimientos de nuestra sensibilidad por su simple rutina.
Por éste motivo, cuando la violencia, tan lejana, entra en nuestras fronteras y toca nuestras puertas nos alzamos en pánico e ira. Nos sentimos invencibles, hasta que sucede lo inevitable. Aquello que creíamos tan lejos ha depositado en nuestro buzón un río de sangre de nuestros vecinos. Es lógico entonces, que aquellos que han apartado el horror externo se muestren consternados ante atentados violentos cercanos, realizando pues, condenas y mensajes de solidaridad hacia un país y no el otro. Vivimos encerrados en una burbuja mediática que nos inunda con quilos de información y a la vez, olvida que existe un mundo ahí fuera cuando ocurre algo grave en nuestras inmediaciones.
Casi llegamos a las 1.000 palabras, y por vuestra salud mental y visual voy a seguir en otro artículo en el cual procederemos a desmantelar los ataques indiscriminado a la religión de todos aquellos que defienden de una vez por todas eliminarla tras actos violentos vinculados a motivos religiosos.
PARTE 2: http://fwprods.com/zonalibre/tras-la-burbuja-parte-2/
Jaume Sendra