Ayer me marchaba de una partida de Pathfinder con unos amigos, quienes realizan una queja generalizada por mi falta de asistencia al juego de rol, causado por exámenes y trabajos de índole universitaria y ‘periodística’ (las comillas son causadas por mi duda acerca de cualquier nivel periodístico existente en mis trabajos actuales).
El caso es que cuando me iba del lugar (un piso en el centro de mi humilde pueblo catalán), un amigo mío me agarró del brazo y su tristeza me penetró en los ojos. ‘Sé menos periodista y más persona’ me pidió tristemente, como si supiera que clase de vida me esperaba o que clase de persona sería al tener la titulación universitaria.
Menos periodista y más persona. A mi entender, un periodista es lo que es, sobre todo porque es persona. Kapuscinksy defendía con uñas y dientes que un periodista debía ser una buena persona, ya que el trabajo de todo periodista se basa en la comunicación, comunicación con las otras personas. No podemos comunicarnos siendo cínicos, debemos abrir nuestras mentes y entablar un vínculo con aquel que nos habla, para luego, contar y explicar.
Menos periodista y más persona… es una idea basada en que los periodistas son autómatas adictos al trabajo, con una taza de café y sin tiempo para dormir ni socializar. Esa afirmación es cierta pero falsa a la vez. Debemos socializar para hacer bien nuestro trabajo, pero es erróneo creer que el periodismo es un trabajo de 8 horas. Un periodista no se levanta por la mañana y empieza a hacer periodismo al entrar al estudio de radio/redacción o plató. Así mismo, tampoco termina de ser periodista al salir del establecimiento. Periodista puede considerarse, estrictamente, un trabajo de 24 horas al día. Es más, periodismo es una manera de ver el mundo. Quizás, una manera de vivir.
Cuando me pidieron, de corazón, ser menos periodista y más persona, dije que eso era imposible, por el simple motivo que es inviable separar éstos dos conceptos. Así mismo, uno no decide ser periodista de un día para otro. Ser periodista va más allá de tener un título universitario que te acredite para trabajar en los grandes medios de comunicación. Ser periodista consiste en tener la capacidad de tener la voluntad (conseguirlo es otra cosa) de intentar entender el mundo, no solamente por ambición propia, sino también por contar y explicar, como he dicho, aquello que ocurre a todo el globo y a su gente, independientemente de la reacción del público mismo.
Siempre he defendido que alguien que le pide a un periodista ‘escoge entre tu trabajo (periodismo) o yo (pareja, familia o amigos) es entregar una arma cargada al reportero y obligarlo a introducir el cañón en la boca y a pegarse un tiro. Un periodista es un periodista, al igual que una piedra es una piedra. No hay nada más. Pero el hecho de ser periodista no inhibe sus ganas de sentir emociones, de ser amado o incluso de tener vacaciones. Porque uno es periodista no solamente por su responsabilidad social, sino porque es algo que está tan adentro del mismo como el propio corazón.
El periodismo define a una persona implicada con una línea cronológica mental con todos los hechos de actualidad mientras intenta averiguar las respuestas a las 6 preguntas (quién, qué, por qué, cómo, cuándo y dónde) a la vez que hace conjeturas desde su punto de vista y su propia opinión. La sociedad de la información actual (hablaremos de ello otro día) obliga al periodista a refugiarse de sus pensamientos y le obliga a ser meramente superficial para satisfacer las demandas de un público enorme e infinitamente insatisfecho.
No olvidemos quiénes somos. Podemos obviar el por qué, simplemente somos lo que somos. Personas, periodistas.
Me gustaría leer éste artículo cuando ya tenga experiencia en el mundo de la comunicación, y me gustaría darle un consejo útil a este joven e inexperto alumno de Primero de Periodismo.
Jaume Sendra.