No hay mucho que se pueda escribir cuando todo ya está dicho. Ya se han publicado caricaturas tristes que se identifican con el lugar en el cual se ha realizado el atentado, se han maquillado los edificios emblemáticos con los colores nacionales de las naciones afectadas y ya se ha puesto en marcha la maquinaria de condena global hacia los ataques perpetrados en Bruselas así como las voces defensoras de países tercermundistas cuya realidad es mucho peor y más cotidiana. El ejemplo claro es Irak, dónde ayer dia 25 una bomba mató a casi 50 personas en un estadio de futbol durante una jornada de entrega de premios deportivos en la división infantil.

Y es que aquí, en nuestra tierra prometida, poner banderas a media asta se vuelve rutina, como es rutina en algunos lugares el entrar a la escuela por agujeros de mortero, rutinas iraquíes, sirias, palestinas, yemenitas, y de otras muchas naciones. Pero no pretendo que este artículo se convierta en un discurso más en referencia a la supuesta hipocresia europea, defendiendo que 30 muertos en Bélgica lo són diariamente en Siria o Iraq (y podemos contar hasta 13 países más).

Podemos entender el terrorismo como el modelo de la nueva guerra moderna. Vemos hoy las consecuencias de las decisiones que tomamos ayer, pero el problema del terrorismo no se puede solucionar con el eterno debate sobre quién fue el primero en lanzar la piedra, quién condena más según qué o quién llena más informativos vacíos que pretendan llenar la insaciable sed de un público.

Nosotros alimentamos el terrorismo. Lo hacemos más allá de enviar aviones de combate a países en ruinas, lo hacemos con nuestro inmovilismo. Inmovilismo al levantar alambradas a las fronteras europeas para detener los flujos de refugiados -enviando al garete los valores que teóricamente defiende la Unión Europea-, inmovilismo al poner la Torre Eiffel de colores, inmovilismo al hablar de lo mismo en televisión, rádio y periódicos -sea en método informativo o de debate-, inmovilismo  al limitar nuestros homenajes a caricaturas cuando podríamos hacer mucho más. Pero hacer mucho más no es enviar un portaaviones al Golfo, hacer más significa hablar y reflexionar de lo que realmente importa. Hacer mucho más es interesarse, es leer y escuchar -más allá de las grabaciones en constante repetición que tenemos como informativos-. Hacer más es ir a conferencias de supervivientes, refugiados y también de aquellos que defienden invadir países. Hacer más es apostar por un periodismo alternativo e independiente que no entienda de banderas ni economías, simplemente de historias.

Hacer más, es cuestión de actitud. Pero es una actitud muy lejana, al menos en nuestra sociedad actual.

Voy a ver el futbol un rato.

PD: Lectura más que recomendada de un gran artículo de Isaac Rosa, en el Diario.es

Jaume Sendra

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