Adentrarse en la nueva sala Paralel 62, antes conocida como Barts, era sumergirse en un océano de anticipación. La atmósfera estaba cargada de expectativas, y la multitud expectante aguardaba el comienzo de una noche musical que prometía ser inolvidable.
Era un escenario conocido para mí, pero este concierto tenía un matiz especial: marcaba el final de una década cubriendo conciertos. Los teloneros, The Cavemen, irrumpieron en el escenario con una explosión de ritmos afrobeat. Desde los primeros acordes de “Adaugo”, la audiencia quedó atrapada en un torbellino de sonidos contagiosos. La energía cruda de la banda llenaba la sala, y mi cámara capturaba cada momento efervescente: sonrisas compartidas entre los miembros de la banda, la respuesta entusiasta del público y la conexión palpable entre ambos.
A medida que The Cavemen guiaban a la multitud a través de su repertorio, desde la poderosa “Stranger” hasta la cautivadora “Selense” y la apoteósica “Beautiful Rain”, el ambiente se volvía más eléctrico con cada compás. Cada canción se convertía en un capítulo en la narrativa de la noche, construyendo un puente sonoro hacia el acto principal.
La sorpresa llegó con “Dembele” de Fatoumata Diawara, una inesperada incursión dub que añadió una dimensión única al concierto. Esta interpretación llevó al público a un viaje musical sorprendente, fusionando sonidos tradicionales africanos con matices contemporáneos. La transición hacia Fatoumata Diawara fue como el cambio de escena en una historia épica. La audiencia, ya inmersa en el vibrante mundo de The Cavemen, recibió a la diosa moderna con una ovación atronadora. Su presencia en el escenario era magnética, y su voz, como un canto celestial, llenaba el espacio. La mezcla perfecta entre IA a nivel visual y música creada por humanos se manifestó con “Nsera” de Fatoumata Diawara. La fusión de imágenes proyectadas y la interpretación musical generó una experiencia única. Fue como presenciar la convergencia de la inteligencia artificial y la creatividad humana en un espectáculo envolvente.
Fatoumata también tocó “Sete” entre otras, elevando la experiencia a nuevas alturas. Cada acorde resonaba en la sala, tejido en la intrincada red de emociones compartidas entre la artista y su entregado público.
Mi lente, consciente de que este sería mi último concierto de una década de experiencias musicales, se enfocaba en capturar esos momentos efímeros que contaban historias más allá de las palabras. Entretejí en mis fotografías la conexión única entre Fatoumata y su audiencia, congelando instantes de admiración y gratitud compartida.
En el corazón de Paralel 62, la sala rebosaba con la fusión de sonidos y culturas, creando un telón de fondo perfecto para esta experiencia musical. Las paredes vibraban con cada acorde, y la iluminación meticulosamente diseñada agregaba una dimensión extra a la noche. A medida que las últimas notas resonaban en el aire, la euforia persistía en la multitud. Mientras revisaba las fotografías capturadas, me di cuenta de que había sido testigo de más que un concierto; había sido parte de una epopeya musical que se desenvolvía en tiempo real y que cerraba un capítulo significativo de mi carrera como fotoperiodista de conciertos.
Así que ahí estaba yo, sumergido en la magia de Paralel 62, con las imágenes que narrarán la historia de una década de emociones y conexiones musicales. Y entre los vibrantes acordes de The Cavemen, desde “Adaugo” hasta “Me You I” y la sorprendente “Dembele” y “Nsera”, cada canción tejía su propia historia, creando un tapiz musical que resonará en la memoria de aquellos que estuvieron presentes, y en la mía, como el cierre de una etapa llena de música y fotografías.