‘’Chakoka Anico: Un viaje imposible a la nación kikapú’’’, que presenta el viernes 15 de abril en la Librería Altaïr, Barcelona. La atmósfera que se respira en el lugar es casi mística; se trata de un rincón del mundo que alberga más conocimiento del que jamás podremos aprehender. En la oscuridad de un extremo de esta gran casa de libros asistimos a una experiencia mágica, que nos hace entrar en comunión con esta resiliente tribu. Visualizar sus montañas. Comprender sus inquietudes. -Quiero escribir el libro de su vida -prometió Santi al líder kikapú, embarcando en una nueva aventura literaria. Promesa que se vería rota en mil pedazos meses después con solo dos palabras en un fatídico mensaje de texto: ‘’Murió Chakoka’’. El gran jefe devolvió finalmente el cuerpo que le había sido prestado. Un viaje imposible. Jamás realizado. La historia llega a nosotros a través de una presentación en diapositivas en la que podemos observar cómo viven y piensan los kikapúes. Los golpes erráticos de tambor y el susurro de la ocarina de los músicos invitados nos transportan, sin palabras, a Coahuila, nación mexicana donde habita esporádicamente este vetusto pueblo nómada. Un hombre que, a pesar de su personalidad férrea, siempre estaba dispuesto a escuchar. Chakoka no tenía estudios. No sabía leer ni escribir. Pero sentía una preocupación enorme por el mundo que le rodeaba. A los ocho años, el pequeño jefe predijo que América tendría un presidente negro (Obama), en una era aciaga (la crisis económica), y que en esa época llegaría su final. Unos lo llamarán casualidad. Otros, premonición. -Se trata de una de las últimas tribus nativas que quedan -comentan una pareja de ancianas, sentadas detrás nuestro-. No puedo ver bien las diapositivas a esta distancia. El público está compuesto principalmente por gente mayor, periodistas, viajeros en busca de cultura. Allí, bajo la luz de una solitaria bombilla, éramos todos pupilos del momento. El western tradicional ha implantado muchos prejuicios. Los indios no son salvajes, tampoco atrasados. Sencillamente no están de acuerdo con nuestra idea de ‘progreso’. Los kikapúes se encuentran con un pie en el presente, y otro en el pasado. En verano viven en casas de piedra, con coches de alta gama y calefacción. Andrés Anico, de 26 años, hijo de Chakoka y nuevo líder kikapú, tiene incluso una consola de última generación. En el frío invierno, construyen casas en forma de grandes iglúes hechas de caños y juncos de madera. La presentación transcurre con fluidez. El profesor José María Perceval termina alabando el estilo y la mirada, ‘’como chamánica’’, de Tejedor, quien ‘’se impregna en el mundo al que visita y permite que le cambie’’. Algunas  de las diapositivas finales incluyen reflexiones y consejos de otros periodistas y viajeros. Sabemos ver, pero tenemos que aprender a mirar para desentrañar las historias que nos esperan allí afuera. Si hay algo que podemos aprender del pueblo kikapú, es que hay más modos de vivir aparte de los que nos vienen por defecto. Los kikapúes quizá se hayan ‘modernizado’ a su manera, pero no olvidan su ancestral pacto con la tierra. El papel del pueblo kikapú fue vital en la fundación del actual estado mexicano. Si alguna vez la nación se ve amenazada, los responsables tendrán que vérselas con los tradicionales guerreros kikapúes, jinetes provenientes de las sierras de Coahuila. La historia de Chakoka y su pueblo en esta obra supone un viaje íntimo y personal de un ‘rostro pálido’ a un mundo extranjero, pero quedan muchas más, esperando a ser desentrañadas. Tan solo tenemos que estar dispuestos a escuchar.

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