Dicen que los hombres crean su propio destino. Pues vaya destino el nuestro. A principios de siglo, 4 aviones atentaban contra Estados Unidos en el mayor ataque terrorista de la historia. En la actualidad, vivimos las consecuencias de la respuesta que decidimos dar ése día.
El vacío informativo y sentimental entre ‘Occidente’ y ‘Oriente’ es evidente. Éste mismo mes, más de 150 personas morían en un atentado despreciable en Baghdad, Irak. Evidentemente la respuesta ante ése atentado no es equiparable a la conmoción mundial hacia las ‘ofensivas terroristas’ cometidas recientemente hacia Estados Unidos o Europa, como el último ataque cometido en Niza, donde han muerto 84 personas, 10 de ellos niños -54 menores se encuentran hospitalizados en estado grave-.
Pero volver al debate del kilómetro sentimental sería estancarse, nuevamente, en el mismo debate. El debate de las banderas de facebook, el debate del contra-postureo de aquellos que defienden la integridad humana en Oriente Medio sin saber situar Pakistán -país atormentado por los ataques talibanes- en un mapamundi. El problema en todos los sentidos reside en un único y decisivo factor: La desinformación y la ignorancia col·lectiva.
El no conocer de dónde proviene el peligro solamente crea una mayor sensación de miedo e inseguridad en las calles europeas y claramente, la mejor manera de combatir tal pavor ante el terrorismo es desplegar miles de tropas y policías en las calles. Autoridades altamente armadas que combaten contra el miedo pero no contra el terrorismo, ya que como ha dicho el periodista catalán, Xisco Reverter, ”este último atentado es un ejemplo más que los fuertes despliegues militares son inútiles” para impedir atentados que ”pueden suceder en cualquier momento y en cualquier sitio”.
Desinformación e ignorancia col·lectiva, miedo y finalmente, acciones beligerantes contra supuestos culpables. Culpables señalados con nuestro dedo.
Que despeguen los drones.
Hoy en día el buen periodismo es más necesario que nunca. Digo el buen periodismo, porque las fotografías de niñas muertas tapadas con mantas térmicas con sus muñecas no son buen periodismo, como tampoco lo es recortar en las secciones internacionales o pagar 35 euros por crónica a los periodistas free-lance que cubren conflictos. El negocio de la información globalizada acaba poco a poco con el buen periodismo, ésto provoca la desinformación de la que hablábamos, el miedo se agrava. La distancia entre etnias y culturas se agrande.
Que los portaaviones zarpen.
Con el conocimiento sabríamos que Estado Islámico nació de las cárceles ilegales del ejército norte-americano en Iraq. Sabríamos que Egipto, país con gran turismo internacional, silencia a oscuras a activistas y periodistas. Sabríamos que Pakistán y Afganistán -aún ocupada por la OTAN- se encuentran en una lucha interminable contra el Talibán, quién nació de las inestabilidades provocadas por una Unión Soviética que buscaba más poder en Oriente Medio. Sabríamos que una fotografía de un árabe con un Kalashnikov no tiene porqué corresponder a un terrorista. Sabríamos que en Sudán del Sur se viola el Derecho Internacional por múltiples ataques a campamentos de las Naciones Unidas, ataques púes, sancionables con penas de prisión. Sabríamos que el yihadista que se hace explotar en un aeropuerto internacional Belga no se ha entrenado en Yemen ni ha nacido en Siria, sino que es europeo y se ha radicalizado en Internet a causa de una fuerte desilusión que le ha causado nuestra sociedad -basada en el consumo y la imagen- y nuestros modelos económicos, incentivando así las desigualdades sociales y provocando una soledad y desesperación mayor a los jóvenes que deciden convertirse en muyahidines (combatientes por el yihad).
Que se desplieguen las tropas.
El miedo no se combate con más armas en las calles, sino con el saber de cómo arreglar una problemática de índole global -una de muchas-. Y el saber proviene de la investigación, de la explicación y de la sensibilización mediante información veraz y contrastada. Finalmente: la prevención. Conocer el porqué de la radicalización implica hacer teorías sobre su prevención. Conocer los negocios secretos de directivos europeos con señores de la guerra para la obtención de crudo africano a cambio de armas implica acciones para detener el fin del suministro armamentístico en el continente.
Que circulen los billetes.
El hombre crea su propio destino. Construye su propio camino. Crea su propio modelo económico-social basado en la desigualdad sin importar las consecuencias ajenas o la propia preservación de nuestros ecosistemas. Crea su propia sociedad rodeada de brillantes muros dorados para protegerse de los peligros exteriores, peligros que caminan con mochilas y se ahogan en el mar. Peligros que huyen de guerras en lugares que son otros planetas, otros mundos. Pero en el interior se plantan las semillas del mal, semillas de odio, movimientos de extrema derecha y un cáncer yihadista que crece en las columnas de las capitales europeas. El hombre crea el mundo donde la guerra se basa en ataques con robots aéreos en montañas alejadas y camiones que arroyan a civiles en un paseo marítimo francés. Y cuando recortamos en nuestra prensa, cuando decidimos que no queremos saber nada más de aquellos dictadores con los que negociábamos para enriquecer nuestro sistema, cuando no queremos saber nada sobre el origen de aquellas ideologías que se han turnado en nuestra contra, nace el miedo, las respuestas militares y los terroristas.
Es entonces, cuando aparecen las dulces, jóvenes e inocentes niñas. Niñas en su nube de felicidad, ajenas al peligro del mundo. Niñas que miran fuegos artificiales. Niñas que están con sus muñecas en un tranquilo paseo marítimo, tapadas con una manta térmica.
Que se publiquen las portadas!