A raíz del juicio del Caso Palau, la caverna mediática madrileña ha vuelto a poner en marcha el ventilador contra el proyecto político que el independentismo representa en Catalunya. Su objetivo confeso es relacionar la corrupción que corroe a Convergencia con el independentismo, de lo que quieren deducir que es el independentismo el que está corrompido. La estrategia no es inocente. Creen que eliminando a Artur Mas i de paso a Convergencia, el independentismo queda descolocado y llega a su punto final. Deberían recordar que el caso Pujol (corrupto confeso) que tenía la misma intención no consiguió el objetivo. El siguiente 11 de septiembre siguieron saliendo a la calle centenares de miles de personas reclamando la independencia (Ah!, fuimos los que estamos manipulados por TV3, me olvidaba).

Si profundizamos un poco más en el caso Palau, sabemos, aunque la fiscalía no ha querido hacerse eco, que Lluís Millet también había financiado al Partido Popular a través de la delegación de la FAES en Cataluña, Catalunya Futur. Tres millones de euros fueron derivados a esta fundación cuando Aznar, presidente de España, cenaba y veraneaba con Lluís Millet en Menorca. La justicia española no quiere investigar esta parte de la trama… ¿Por qué será?

Esta larga introducción me sirve para intentar mostrar que no es sólo Convergencia la que está corrupta, que no es sólo el PP el que está corrupto, sino que es todo el Régimen del 78 el que está carcomido por la podredumbre. Convergencia y el PP fueron, junto al PSOE (recordemos su implicación en los casos Gal, Sala y recientemente Pretoria), los pilares fundamentales de aquel sistema político que nos montaron a la salida del franquismo y que ahora muestra su verdadera cara. Recordemos que un elemento clave del Régimen fue el propio Pujol, hombre del año según el monárquico ABC.

El pacto sellado entonces está decrépito. La ruptura de Convergencia con dicho Régimen, cuando vio cómo miles de catalanes giraban hacia el independentismo, y creyó que podría dirigir sus riendas, ha desatado la hostilidad del Estado español. Cuando dos grupos mafiosos se enfrentan, acaban disparándose con las armas más mortíferas que tengan hasta que uno de ellos muera. Por ello sacarán todos los dossiers a su alcance, algunos ficticios elaborados por las cloacas del Estado, otros veraces pero ocultos gracias a la omertá entre mafiosos.

Estos disparos cruzados son los que nos están permitiendo conocer cómo funciona el Régimen y su nivel de degradación: manipulación del Tribunal Constitucional para que sirva los intereses de los partidos dinásticos (PSOE, PP, Ciudadanos), depuración de las fiscalía que no siguen las órdenes del gobierno, connivencia de periodistas manipuladores con órganos del ministerio del Interior para eliminar mediáticamente al adversario político, saqueo de las arcas del Estado en beneficio de empresas ligadas a los partidos en el poder, leyes elaboradas no como principios universales sino especialmente para ilegalizar a partidos concretos (recordemos lo que pasó en Euskadi), leyes limitadoras de las libertades que sofocan entre otras la propia libertad de expresión, persecución de prensa no sumisa al Estado, ocultación común de sus casos de corrupción para no dinamitar antes de tiempo el sistema y publicitarlos cuando hay que herir al adversario (descalificaciones y mentiras contra Podemos o el independentismo), uso de fondos públicos que sirven para pagar a las prostitutas del rey emérito, presiones del gobierno que obligan a periódicos a cambiar a sus directores o su línea editorial (recordemos las destituciones de P. J. Ramírez en El Mundo, de Josep Antich en La Vanguardia y el consiguiente nombramiento del monárquico y unionista español Marius Carol, la de Javier Moreno, sustituido por el atlantista Antonio Caño, en El País, la “cancha” que se le da a medios de agitación y propaganda como Libertad Digital, Intereconomia u OK Diario, etc).

El régimen del 78 está debilitado. La primera andanada contra él, representado por el movimiento de Podemos, lo ha cuarteado al poner en crisis el bipartidismo, pero no lo ha podido derribar, y Podemos corre el riesgo de ser absorbido por el sistema (recordemos Syriza). Este Régimen sigue necesitando un fuerte movimiento telúrico, un terremoto, que lo desestabilice hasta el punto de obligar a su transformación. Este movimiento hoy sólo puede ser el de su ruptura territorial. Es decir, el triunfo del movimiento independentista en el País Vasco o en Catalunya, sería esa sacudida que se necesitaría para poner fin al Régimen del 78 y abrir la posibilidad a crear uno diferente. No hablo de crear el paraíso en la tierra, sino de abrir un abanico de posibilidades, que hoy por hoy no tenemos, que nos permita desembarazarnos de esa oligarquía post-franquista y realizar lo que no pudimos o supimos hacer en 1978.

Esto lo saben los beneficiarios de este Régimen. Por esto combaten con saña el independentismo que hoy les hace daño, el catalán. La presencia de Convergencia y sus herederos en este campo es el eslabón más débil del movimiento independentista. Convergencia ganó las elecciones de 2010 en Catalunya presentándose como el adalid de los recortes sociales, al tiempo que se hundía en las alcantarillas de la corrupción. Su presencia aleja del independentismo a sectores populares situados a la izquierda, pero también es importante comprender que una parte importante de su base social es necesaria para avanzar en el objetivo de separarse del Estado español. Estos sectores de izquierda que todavía recelan del independentismo, deberían observar que el declive de Convergencia no tiene freno.

Los resultados del último ciclo electoral y las encuestas que aparecen, todavía no impactadas por el caso Palau, aventuran un hundimiento de este aparato político. Este caso, si se juega bien, podría ser un factor positivo para el independentismo en la medida que el hundimiento de Convergencia eliminaría un lastre que pesa demasiado. El giro a la izquierda del movimiento soberanista en la actualidad significa la esperanza de una República Catalana de carácter social en el futuro. Esta izquierda debería saber distinguir entre la crítica a Convergencia de lo que significa el objetivo independentista. ¿Desde cuándo la izquierda se convierte en adalid del respeto a la legalidad cuando esa legalidad choca con los intereses de las mayorías sociales? Si un derecho fundamental no se consiente por el Estado, la izquierda debe proponer la resistencia y la desobediencia a los poderes establecidos (de nuevo…, que no siga cayendo en el “Syrizismo”).

Un doble reto se presenta al independentismo. Por un lado, convencer a los votantes de Convergencia que deben alejarse definitivamente de este partido (pero no quedarse en casa) si quieren que el movimiento recobre la fuerza ilusionante con el que surgió arrolladoramente hace tres o cuatro años. Todos sabemos que la importancia de la calle y de la movilización popular es fundamental en este proceso. Por otro lado, seguir insistiendo en sectores de la izquierda social en Catalunya que, hoy por hoy, sólo la ruptura territorial del Estado español lo pondrá en jaque y lo obligará a su transformación. El reto es impresionante y de alcance histórico. La posibilidad de la Ruptura es una realidad. Estamos en presencia de una verdadera revolución democrática. La izquierda española en Catalunya, si realmente pretende una profunda transformación, debería tomar conciencia de la trascendencia de lo que nos jugamos en el futuro inmediato.

 

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