Por problemas técnicos, no se ha podido realizar un reportage fotográfico para este artículo. Todo el material fotográfico de la crónica pertenece a la página web oficial de Cannibal Corpse (cannibalcorpse.net).

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To rip out intestine

Bodily destruction

Vulgar molestation

Una sombra se cierne sobre Barcelona con la llegada del death metal en su máximo esplendor: la brutalidad, la frivolidad y el lado más oscuro de la música (junto con el black metal) está protagonizado por nada más ni nada menos que Cannibal Corpse, que el pasado martes visitó la sala Razzmatazz 2.

Cannibal Corpse es un grupo estadounidense que nace el 1988 en Búfalo, New York. Creado por Chris Barnes en las voces, Alex Webster al bajo, Jack Owen y Bob Rusay a las guitarras y Paul Mazurkiewicz a la batería. Dado su historial y su carrera musical, la banda está considerada la banda pionera de su género, el brutal death metal. Sus explícitas portadas y las violentas letras de sus canciones les ha llevado a ser censurados en muchos países.

Portadas de Cannibal Corpse

Este death metal tan sucio y puro nace de la inspiración de otras bandas de thrash metal y black metal, tales como Sodom, Kreator, Slayer, y Death, Morbid Angel o Immolation. De la mezcla de estos dos géneros, uno más técnico y sutil, y el otro desenfrenado y satánico, nace una banda violenta, salvaje y extremadamente sádica, Cannibal Corpse, y con ella el brutal death metal.

El concierto

El frío acaricia nuestras caras de camino a la sala Razzmatazz. La negra noche en Barcelona sumaba al ambiente perfecto para una noche de metal. Habiéndonos bebido ya una cerveza, nos dirigimos hacia los conciertos que nos esperaban esa noche, a tan sólo unos minutos de nosotros. A la distancia, vemos a la gente que sobresale de la entrada. Traspasamos risas, cerveza y humo cuando por fin entramos en la sala. Un aura de luces rojas nos da la bienvenida junto a otra cerveza en cada mano. Sonaban In Arkadia, los primeros teloneros, que llevaban cosa de quince minutos tocando cuando llegamos. La banda de thrash/hardcore francesa suena destructora y muy dura des del minuto en el que entramos. Conocidos por sus letras anarquistas, el grupo se luce con la perfecta harmonía entre los dos vocalistas. Duraron diez minutos más, y termina el primer concierto con un ambiente calmado (cosa que no duraría mucho tiempo más).

Pasan los minutos, la gente entra y sale de la terraza, la barra se llena entre concierto y concierto, y poco a poco entra aún más gente. Al oír las pruebas de sonido, supimos que los segundos teloneros, The Black Dahlia Murder, estaban a punto de empezar. Las luces se tornan verdes, dando el énfasis al escenario. Con este concierto empieza el verdadero death metal americano: no tan veteranos como Cannibal Corpse, pero si muy talentosos y profesionales de los guturales y un ritmo desencadenado. Vuelan los dobles bombos y se crea el pogo des de la primera canción. Yo, aún no estoy suficientemente metida en el concierto como para adentrarme en uno (pero tranquilos, eso cambia después de otra cerveza).

El tiempo pasa rápido y casi sin darnos cuenta Black Dahlia ya ha acabado. Como la anterior banda, parece que lleven prisa. Pero eso no les desvía de darlo todo en el escenario. Así pues, se despiden rápidamente y empieza la segunda pausa: todos esperamos impacientes la llegada de la banda principal. Pasamos los veinte minutos de descanso bebiendo y fumando en la terraza: conversamos, discutimos, mientras el resto de público parece hacer lo mismo; el ambiente es muy agradable, y me hace reflexionar: la sociedad  metalera, por así decirlo, realmente es gente muy diversa, de todas las edades, colores y estilos: y todos son aceptados con sencillez. Lo curioso es que des de fuera no está para nada visto así, nos toman por violentos, bordes, maleducados y muchas más etiquetas injustamente aplicadas. Yo encuentro que es un espacio donde lo único que se quiere es pasarlo bien y escuchar buena música, dejándote ir tal y como eres. Así pues, vuelvo en sí después de pensar en todo esto y sigo escuchando las anécdotas de mis compañeros.

Empieza el concierto. La gente lo sabe, y antes de que suene nada la pista ya está llena. Se apagan las luces, dejándo sonar únicamente los gritos de un público eufórico sediento de death metal. Se pueden divisar unas figuras oscuras en el escenario y sus melenas e instrumentos en mano. Se rompe la espera con distorsión: suena la primera guitarra, el público se vuelve loco. Mientras evoluciona la nota en el aire que ha dejado el músico, se unen los otros, muy lentamente, entre la osucuridad y los gritos. Todo esto se rompe por fin con los crashes: la batería entra en acción y se encienden unas luces rojas que iluminan el escenario como si del mismo infierno se tratara. Absolutamente todo el mundo, incluyendo los músicos, se desatan y se mueven de un lado para otro, las cabezas y melenas ruedan o suben y bajan, brazos al aire con cuernos en mano. La música no tiene frenos. Con el comienzo de Cannibal Corpse el pogo se descontrola y como es lógico mi cuerpo me pide entrar. Hay el típico hardcoreta que no sabe estar en uno y sólo da golpes bestias sin respeto alguno, pero es fácil de ignorar con el resto de personas que sí saben estar en un pogo.

Las canciones pasan y con ellas sube la calidad del concierto. Es difícil saber qué canción es cada una, algunas sí que las sé diferenciar, pero sólo un verdadero fan del género sabe hacer eso con los grupos de grindcore, death metal, o black metal. Los momentos de euforia son igual a ir al pogo: en cada estribillo, que sube el ritmo y los guturales, es cuando el centro de la pista se mueve sin parar. Suenan temas como Split Wide Open, o Scourge of Iron, y para finalizar el concierto, la preferida de muchos (y la mía): Hammer Shamshed Face. Sólo con las marcas del principio de la canción todo el público sabe de qué canción se trata. Y es a la que le dieron más energía y esa característica brutalidad de la banda.

Así pues se termina una noche del metal más duro y salvaje. Todos quedamos satisfechos y cansados de rebotar, pero para muchos la noche no se acaba aquí, y la gran mayoría del público sale de la sala a cenar y tomarse unas cervezas. Mi compañero yo, por otro lado, damos por finalizada la noche y marchamos a casa con los corazones a cien y la distorsión que aún no se ha ido de nuestros cuerpos.

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