Pues esto no iba a tener esta pinta en absoluto. Iba a hacer una crónica general del festival y ale (uy, las referencias ya me salen hasta solas), pero he presenciado algo de lo que es digno hacer crónica.

Este texto está escrito ahí en medio del público casi entera, os avisaré cuando empiece lo que escribí “in situ“. El asunto es que este año he entrado al Cruïlla de milagro. Les escribí tres previas, me denegaron la acreditación, les respondí que efectivamente les hice tres previas y yo no trabajo por nada (de buenas maneras, por supuesto) y me cedieron una acreditación de redactor, por esta misma razón las fotografías probablemente tendrán marca de agua, yo no puedo hacer más.

Pues estaba yo ya con mis queridas compis de Metronome.press esperando para entrar y ellas pasaron rápido por la entrada, pero a mi me debían ver con mis pintas y con mis rastas y la buena gente de seguridad, que irónicamente trabajaba para ellos no hace más de año y medio, se paró a registrar de arriba a abajo todas mis pertenencias, mochila a fondo, eso sí, a mi ni me tocaron. Posiblemente por exigencias externas a lo que nos ocupaba. Me hicieron tirar un tupper con comida (rejodidamente peligroso, el objeto), un ehem… bocadillo vegetal… ehem… y dos botecitos de vidrio a los que les tenía mucho cariño.

¿Pero qué os creéis?, ¿Que un anarcopacifista va a llevar armas a un festival? Para flipar, porque un tenedorcillo de plástico que es una arma de bajo potencial si se emplea como se debe, sí que es peligrosa, pero ellos a lo suyo, que yo voy a hacer mi trabajo.

Contado este percance al entrar, podemos seguir con el festival. He aquí la crónica escrita en medio de un público en el que no hubo ni un sólo empujón.

Pues aquí estoy en el primer concierto de este Cruïlla 2019. Esta vez voy en calidad de redactor así que tristemente pocas fotos vais a ver del evento. Las quejas al departamento de prensa del festival. Igual sirva de algo para el año que viene.

El asunto es que me había planteado hacer crónicas generales de los conciertos y hacer crónicas específicas de los que más me interesaran, pero he caído en el poder atrapante de Aurora así que os vais a comer uno más. Eso que os lleváis. Resulta que teníamos en Barcelona la posibilidad de asistir al concierto de una hadita nórdica de 23 años que no veas como se las marca, y yo he llegado de casualidad. Pensaba cubrir Lildami pero se va a tener que esperar.

Esta chica y su grupo son una especie de mezcla gloriosa de Sigur Rós con Enya y Billie Eilish que hace una especie de indie melódico + electro y dubstep brutal. Se componen de un batería, un bajista que toca el bajo como si fuese una guitarra eléctrica, uno al teclado que hace los loops y los efectos y otra chica que hace los coros y tiene un cachivache que no sé lo que es.

Como ya imaginaréis no tengo ni idea de cuál es su discografía pero con lo que estaba oyendo me quedó claro que había que echar un ojo.

Tenía un decorado de runas y una especie de imagen representativa de tres personas en una lona gigante. También es cierto que tal y como llevaba el pelo parecía que algunos mechones fuesen alas. Es curioso que ella encima del escenario, y con el pedazo de espectáculo que estaba dando, parecía que lo estuviese flipando mucho de estar ahí. Flipando estaba yo y en colores.

Y llegado el momento, sacó la bandera LGTBIQ y se prendió el locurón en el público. Para después seguir con el concierto. Concierto que siguió poco, porque en breves dijo gracias y adiós, muy agradecida, y se fue sin hacer bises. Al rato se dejó aparecer un buen rato, como 45 minutazos en los que firmó autógrafos, se hizo decenas de fotos con fans y puso un poco nervioso a su representante que ya no sabía ni cómo sacarla de allí para que Black Eyed Peas pudiesen empezar.

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