Estamos a día 15 de agosto, me dispongo a ir a la estación de Montgat, un pueblo cercano a Badalona, donde me tiene que recoger una pareja que contacté por blablacar para hacerme el trayecto Badalona-Benicàssim.
Cargado de cosas hasta arriba, mi equipo incluído, estuve allí esperando un buen ratejo al lado de la churrería que hay cerca. Cargamos las cosas en el coche, y nos ponemos en marcha.
Las tres horas pasaron rápido, puede que menos de lo que me gustaría, pero justamente rápido. Llegamos al recinto del Rototom y llamo a mi querida família, que hace un par de años era exclusivamente valenciana, pero a día de hoy ya cuenta con miembros de todas partes de España y parte del extranjero. Este año hay novedades.
Vienen a la carrera, un poco perdidos, ellos ya estaban situados. El cielo pinta gris, y me da un miedo bastante gordo, porque todos recordamos las movidas que vivimos el año pasado. De hecho, la providencia quiso que llegase allí habiendo pasado justo un año de aquél suceso que no fue fatídico por los pelos.
El vasco muy basto, MoonieBlue, y el buen letón (al que a partir de ahora llamaremos Tom) que no se ha visto en otra en su vida, ni sabe la semana que le espera, vienen a mi encuentro. MooniBlue se me lanza encima y me da un abrazo que me cura toda la fatiga del viaje. Subimos al cámping y junto al vasco y junto a Tom, monto mi tienda. Este año no hay pelirrojo que me ayude y se nota. Se le echó de menos toda la semana.
Mientras nos acomodábamos en nuestro pedacito de cielo en sombra, un buen hombre que había acampado detrás nuestro se puso a cantar con su guitarra transportándonos a todos a algún lugar de África, mientras otros se echaban una siesta de una forma cuanto menos, curiosa.
Justo cuando acabamos de montar mi tienda nos damos cuenta de que el cielo está tremendamente encapotado, así empezando a llover, al principio levemente, un poco más tarde empezó a parecer aquello el diluvio del año anterior, y así empezó a inundarse mi tienda de nuevo, pero de forma muy sutil. Este año las paredes no lloraban agua, ni hubo destrozos.
Al terminar la lluvia y valorar la situación, me di cuenta de que incluso podría bajar a la preparty.
Al salir de la tienda cual fue mi sorpresa al encontrarme al grandísimo Alphonse, Alpha para los amigos, un francoafricano cuya descripción podría ser perfectamente “puto amo de la vida”, que se ofrece a bajar conmigo al recinto para pegarnos la fiesta un rato.
Llegado el momento, le pierdo de vista, y me dedico a pasearme por el Jumping, que este año hace la función de Foro Social a la vez (perdóname organización del Rototom, pero ¿QUE COJONES?) y pasados tres cuartos de hora, y al ver que no encuentro a Alpha, me subo de nuevo a la tienda, donde me esperan MooniBlue y Tomas, haciendo un bocadillo vegetal como toca, como no puede ser menos.
Nos pasamos unas pocas horas hablando, y nos vamos cada uno a su tienda, con la esperanza de que el primer día de festival sea memorable.
Este año no hubo sustos, no hubo inundaciones graves, no hubo carreras por ríos de agua que parecen rápidos, no hubo muertes de móviles que cayeron en misiones suicidas. El primer día de este año fue chill, fue genial, daba a presentir que todo iba a ir genial, pero yo tan sólo estaba acreditado los tres primeros días, del 16 al 18 (días 16, 17 y 18) así que en un principio tendría que pirarme con viento fresco antes de ver a la mayor parte de los genios a los que quería ver.
¿Me quedé con las ganas? ¿Descubrí a algún músico genial en esta edición del festival? ¿Conocí a gente increíble en el proceso? ¿Entrevisté a leyendas de la música jamaicana? Sabremos todo esto en próximos artículos. El primer artículo oficial de las Crónicas del Rototom 2019 llegará muy pronto.
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