El último día de las Crónicas del Rototom 2019 empezó con los gritos de una voz que conocía tremendamente bien. Mónica alias Wolfy había vuelto un par de días antes con el metatarso roto y en silla de ruedas (olé sus ovarios) pero hoy no venía sola, estaba acompañada por Délix, un chico al que conocía ella desde hacía tres años por lo menos, pero con el que yo no había tenido tiempo de cruzar cuatro palabras todavía. Había llegado el día.
Como os podréis imaginar, yo estaba hecho una mierda del día anterior, y aunque reconozco que de primeras fue bastante molesto, dicha molestia fue transformándose poco a poco en las ganas de empezar el día para terminar el festival. Después de hacerles algunas fotos, me fui a comer algo y a bajar al recinto para ver qué se ofrecia.
Esta vez lo primero que hice fue pasar por la Casa del Rastafari a por un último zumito de hibiscus con jengibre, y darle un abrazo a la buena persona que había estado compartiendo sabiduría rastafari conmigo toda la semana.
Para cuando se hizo de noche me fui a ver a Rockers (el cast de la legendaria película jamaicana) y en principio la que iba a ser la última de las Crónicas del Rototom 2019, cuando me avisó el buen Javadub para ir a la carpa de prensa del Lion Stage para entrevistar a Woman Soldier. Allí me plantaron delante de las narices a Chalart, a quien le pude hacer algunas preguntas breves, por ejemplo descubrí allí mismo que se llama así porque de pequeño no sabía pronunciar Gerard, su nombre original, y que el 58 viene de una clase de micrófono especial.
La entrevista fue curiosa ya que al acabarla me regaló los vinilos de SOUNDSYSTEM ft. Adala así como el del primer trabajo de Woman Soldiers.
Salí del backstage y, como no podía ser de otra forma, estaba yo en primera fila, al fin y al cabo iba a ser el último concierto de la edición 2019 del Rototom.
Fui allí buscando oro, y encontré diamante pulido.
El concierto lo empezó el dj de Barcelona, bien conocido por hacer maravillas sonoras, y mientras esperaba a que salieran las cuatro cantantes, me encontré de cara con la crew de las acampadas que me salvaron la existencia en la segunda lluvia de la semana un par de días antes: Selene, Paula y los dos chicos que no recuerdo cómo se llamaban. Habíamos hecho buenas migas ese año. Estando bien acompañado, no podía hacer otra cosa que gozarla al máximo.
Y salieron las cuatro, poderosas, potentes y claras, lanzando mensajes al aire. Evidentemente, empezó Belén Natalí con Woman Soldier, el tema que empezó la colaboración con Chalart, y la que provocó la creación del supergrupo.
Sólo se veía verde, literal y metafóricamente.
Venían a ser como unas cuatro jinetes del Dub, con un buen profeta atrás en las mesas de mezcla. Cuatro grandes músicas y un productor, combinación ganadora.
Una sirena y salió adelante Sista Awa, que en aquél momento me pareció una especie de hechicera lanzando conjuros a diestro y siniestro. Cuando digo que salieron poderosas es precisamente por cosas como esta, desprendían poder de todo su ser. Madre del amor hermoso como cantaba esta chica.
La siguiente en partir el escenario fue Matah, que no se quedó atrás en su misión de dejarnos a todos boquiabiertos, y bien que lo consiguió. La suya, una voz más melódica, pero llena de potencia igual.
Y tocó, por fin, o mejor dicho, quizá demasiado pronto, “A Bubble In Time” a manos de High Paw, aunque se acabaron uniendo el resto.
En este momento yo, a sabiendas de lo que podía esperarme, decidí tirar la casa por la ventana y darle a lo que me había regalado Adeticha. A partir de este momento todo adquirió unas proporciones el doble de épicas por razones que no pueden contarse en un artículo, aunque os puedo asegurar que todo era orgánico y natural.
Los bajos de repente eran el doble de profundos, la música, el doble de intensa y Sista Awa y High Paw eran el doble de bonitas, así como las mezclas de Chalart y los juegos melódicos vocales de Belén Natalí eran el doble de magnificientes. ¡Raggamuffin time! Estar allí presente era un regalo. Recordemos que sin la intervención divina de Inma no podría haber estado allí presente.
Incluso llegaron a marcarse un dub session que te cagas con el Roots And Culture.
Y el bolo duró cosa de una hora más, en la que decidí perderme en los sonidos y la epicidad intensísima que desprendían estas cuatro genias.
Al terminar, me volví a la carpa de prensa del Lion Stage para ir a buscar los vinilos, me los subí al camping y me topé con mi querida Wolfy, a quien por primera vez en la vida le vi el aura, intentsamente turquesa. Después de jartarnos la vida un rato, bajamos a ver a Green Valley, el último concierto del año, haciendo de esta una de las mejores noches de mi vida.
Deseo con toda mi alma de periodista musical, fotógrafo de conciertos y Rototomero de sangre que se celebre esta edición del festival, pero en caso de no poder hacerse, siempre nos quedarán las crónicas que llevo publicando desde 2013.